Invierno demográfico: ¿Por qué las poblaciones mayores importan? imagen

Aún inmersos dentro de una pandemia mundial que nos replanteó el valor de toda vida humana y vulneró la de las personas mayores, es oportuno revalorizar su contribución en la sociedad, desde su importancia en cada familia y su aporte para las próximas generaciones.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Por: Andrea Velásquez, directora de comunicación de la Asociación Familia, Desarrollo y Población (FADEP), organización aliada de la Red AFI.

Las tendencias demográficas indiscutiblemente representan un aspecto significativo en el desarrollo de una sociedad; los índices de natalidad, los grupos etarios mayoritarios, las condiciones de convivencia familiar, y demás, develan las oportunidades que aventajan a una sociedad, así como los retos a los que se enfrenta.

En los últimos años, ha sido más recurrente escuchar sobre el término “Invierno Demográfico” al referirse al avanzado proceso de envejecimiento poblacional y al declive de nacimientos que muestran ya muchas poblaciones. En otras palabras, países como España, Rusia, China, entre otros, registran una creciente población mayor y las tasas de natalidad desde hace unas décadas se han reducido. En este contexto, la sostenibilidad de una población supone un desafío, ya que las próximas generaciones, si las tendencias actuales permanecen, serán insuficientes para sostener todo un sistema económico, laboral, social, productivo y de pensiones.

En el caso particular de Guatemala, su población aún cuenta con un Bono Demográfico, es decir, aunque las condiciones demográficas han cambiado, la población en edad productiva (61% de la población total) supera en proporción a la económicamente dependiente (39% de la población total), la cual es menor de 15 años o mayor de 65 años. El Bono Demográfico genera una oportunidad para el desarrollo si se realizan inversiones en capital humano, sobre todo en educación, empleo y acceso a servicios básicos para beneficiar a la población joven y fomentar su prosperidad.

Sin embargo, Guatemala no es ajena a las tendencias demográficas globales: la población mayor de 65 años representaba el 4.4% de la población total del país en el año 2002, en el 2018 la misma aumentó a 5.6%. Además, la tasa de natalidad decreció de 4.37 hijos por mujer en el año 2002 a 2.87 hijos por mujer en el 2018. Las anteriores cifras muestran que el deterioro poblacional en Guatemala avanza paulatinamente, aunque a un ritmo menos acelerado que otros casos.

El envejecimiento poblacional es ahora un factor determinante en la demografía mundial, siendo una de las transformaciones sociales más significativas del Siglo XXI por su trascendencia en la reinvención de las dinámicas familiares, así como de los sistemas laborales, productivos, sanitarios y de pensiones. Es más, en diferentes sociedades, el retraso de la edad de jubilación es ya un tema de discusión tomando en cuenta el incremento de población mayor y la imposibilidad de la reducida población económicamente activa de sostener el costo de los programas de jubilación.

Sin embargo, ¿es este un cambio social negativo? La prolongación de la vida de cada ser humano es un indicador de desarrollo en una sociedad y un aporte inigualable para las generaciones más jóvenes; el aumento de población mayor es un cambio al cual debemos adaptarnos como sociedad para garantizar las condiciones apropiadas para su bienestar y el de toda la población en general.

Según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la Organización de Naciones Unidas, en su informe Perspectivas de la Población Mundial 2019, para el año 2050, el 16% de la población mundial será mayor de 65 años, por lo que el reto actual consiste en garantizar que todas las personas puedan envejecer de manera digna y tengan la oportunidad de seguir participando activamente como ciudadanos ejerciendo todas sus facultades y derechos.

Una valiosa oportunidad que ofrece el actual contexto demográfico son las interacciones intergeneracionales, es decir, los vínculos entre generaciones mayores y jóvenes, por ejemplo, entre abuelos y nietos. Diferentes estudios han demostrado los innumerables beneficios que representan dichas convivencias, entre las que podemos mencionar el fomento de valores tradicionales, la estimación o revalorización de las personas mayores y un cambio de percepción hacia los mismos, además de las inigualables enseñanzas que aportan por su vasta experiencia.

Las tendencias poblacionales en todas las regiones del mundo se han transformado al igual que todos los sistemas sociales, generando nuevas necesidades como modificaciones en el sistema de jubilación para que el mismo sea sostenible incluso con un mayor número de personas retiradas, mejoría en la calidad y acceso a servicios de salud y atención para personas mayores, inclusión de personas mayores en el sistema laboral y mayor participación en las esferas públicas, etc.

Las tendencias demográficas se encuentran en constante cambio y sus consecuencias dependen de la calidad de las medidas que se tomen desde el sector público, privado y desde la sociedad para afrontar las mismas; el aumento de población mayor, debe incentivar la creación de medidas que beneficien tanto a los ciudadanos más longevos como a las próximas generaciones para garantizar la sostenibilidad poblacional. Aún inmersos dentro de una pandemia mundial que nos replanteó el valor de toda vida humana y vulneró la de las personas mayores, es oportuno revalorizar su contribución en la sociedad, desde su importancia en cada familia y su aporte para las próximas generaciones.

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