ESTE RELATO ES LA DÉCIMA HISTORIA DE LA SAGA “HISTORIAS DE PUEBLO”, CONTADAS POR ALFONSO R. CEIBAL E INMORTALIZADAS POR LA PLUMA DE JUAN DIEGO GODOY (con la excepción de que esta historia no sucedió en Guatemala).
Es, quizás, una de las historias más polémicas de las realezas del Madrid del siglo XIX. Por el paso del tiempo, nadie sabrá exactamente qué sucedió dentro de las paredes del Palacio de Linares, y poco se podrá comprobar si lo que narran los chismorreos de la calle es cierto o falso. Lo único que queda es una leyenda, muy bien armada eso sí, y aquella curiosidad perpetua que invade a los madrileños, turistas y escritores que no pueden pasar de frente a la construcción sin detenerse un momento, respirar profundamente y cuestionarse: ¿Hubo un incesto, un asesinato, un secreto y un fantasma dentro de estas lujosas paredes?
la otra Raimunda
Los meses pasaron y Raimunda de Osorio y Ortega permaneció escondida en aquella casa para evitar que el público, que de la vida de los ricos siempre comenta, no se enterara de nada.
En el quinto mes de embarazo, José de Murga y Raimunda de Osorio y Ortega recibieron respuesta del Papa Pío IX. El jefe de la Iglesia Católica les había concedido una bula papal, en la que autorizaba a los esposos a vivir juntos, pero en castidad, dado su situación de “hermanastros”. Eso, al menos, les daba tranquilidad a los hermanastros para no disolver el matrimonio, sin embargo, el embarazo de Raimunda de Osorio y Ortega (del cual nadie, ni el Papa, tenía conocimiento) era otro problema. Pasaban los meses y los hermanastros no sabían que harían con el bebé.
Al octavo mes, Raimunda de Osorio y Ortega dio a luz a una niña. El personal de la casa tuvo prohibido comentar al respecto y todos fueron informados del plan: la existencia de la niña sería negada a toda costa y ella no saldría jamás de esa casa.
Así transcurrieron los primeros años de la niña, a quien llamaron Raimunda. La hija de la pareja era una niña sonriente, juguetona y curiosa. Era la felicidad más grande de ambos y también el secreto más mortal.
El escape del Palacio de linares
El 11 de febrero de 1873, el conocido “Rey Caballero”, Amadeo I de España convirtió a José de Murga, por su fidelidad a la nueva Familia Real, en el Primer Marqués de Linares y en Primer Vizconde de Llanteno. El nuevo Marqués decidió que como celebración y muestra del título real que ahora posee, construirá un palacio y compra los terrenos.
Los marqueses de Linares y Raimunda se mudaron al edificio en 1884, aunque las obras no terminarían por completo hasta 1900. El nuevo hogar de la familia fue pensado para que la niña se entretuviera lo suficiente para no tener que salir de casa. Incluso, su padre le mandó a construir una casa de muñecas con el arquitecto español Manuel Aníbal Álvarez.
-¿Pero… Por qué quiere usted una casa de muñecas, Marqués?
-Hacedla. No preguntes por qué.
La pequeña Raimunda jamás conoció el Madrid que la esperaba fuera de las paredes del Palacio de Linares. Aunque las criadas, la casa de muñecas, los lujosos espacios y los regalos pretendían mantenerla exiliada del mundo exterior, la curiosidad humana puede más que cualquier cosa.
Raimunda, con 16 años cumplidos, lo planeó todo para escapar aquella noche. Cuando todos fueron a dormir, abandonó su habitación, burló la seguridad impuesta por su padre y, como resultado de tantos años de estudiar las entradas y salidas del Palacio, en pocos minutos se encontró fuera, en la calle. El corazón le latía rápido. Sudaba. Sonreía. Tenía miedo.
Caminó hasta que se perdió en las calles del imponente Madrid. Dobló en una esquina un poco oscura, consciente que quizás ya era momento de regresar al Palacio. Pero para una turista en su propia ciudad, la ingenuidad era notable y un hombre llevaba siguiéndola dos calles atrás. En la esquina de Lavapiés, el hombre la tomó por detrás y le tapó la boca. Comenzó a arrastrarla a un callejón cuando fue interceptado por un grupo de guardias que patrullaba la zona. Hubo disparos, gritos y forcejeos. El delincuente cayó al suelo, muerto. Raimunda lloraba desconsolada. Los guardias no podían dar crédito a lo que les habían contado: había salvado a la hija secreta de los marqueses de Linares.
el té del silencio
José de Murga estaba furioso. Su esposa abrazaba a Raimunda, quien aún temblaba de terror. Los marqueses confiaron en que la generosa recompensa cerraría las bocas de los guardias permanentemente. Sin embargo, el problema seguía. Raimunda, a pesar de todo, no quería volver a encerrarse en el Palacio y amenazó con volver a intentar escapar de aquella lujosa prisión.
La noche siguiente, su padre llevó un té a la habitación de su hija. Lo mezcló con azúcar y monofluoroacetato de sodio y esperó. Raimunda lo bebió con calma, sin saber que estaba siendo envenenada. A las tres horas, la chica murió. José de Murga nunca le confesó a su esposa la verdadera razón. El té había silenciado la verdad de una vez por todas. Pero los rumores comenzaron a abundar por las calles de Madrid. Los guardias habían hablado. Los periodistas comenzaron a preguntar. Los relatos coincidían. Alguna que otra historia reveló el servicio del Palacio. Y como la mentira tiene patas cortas, a los marqueses de Linares les perseguía no solo el dolor interno por la muerte de su hija, sino la realidad de sus vínculos sanguíneos, la bula papal, el Palacio y los secretos.
Pero lo peor llegó unos meses después del asesinato de Raimunda. El personal comenzó a quejarse de ruidos, murmullos y corrientes de aire helado en los salones. No había explicación lógica. Una a una, las criadas, meseros y el personal de seguridad fueron renunciando y comenzaron a contar la historia: el fantasma de la hija de los marqueses de Linares habitaba en el Palacio como recuerdo eterno del asesinato de un padre a su hija, un matrimonio prohibido y una aventura entre clases sociales.
Hoy por hoy
Nadie nunca pudo corroborar la leyenda. Si bien en 1990 se realizaron algunas pruebas para comprobar que había fantasmas en el Palacio y los resultados revelaron detalles paranormales, otra investigación paralela argumentó que eran falsas y que habían sido orquestadas para la promoción del Palacio como sitio turístico. La bula papal nunca fue encontrada y algunos historiadores aseguran que es falsa. Familiares de los marqueses han dicho en varios medios que José de Murga y Raimunda nunca tuvieron hijos y que esta no era hija de una cigarrera de Lavapiés.
Pero las leyendas están hechas para durar todo lo que la curiosidad humana permita y sobrepasar los límites de la lógica, las pruebas y los hechos. Así que, mientras siga existiendo una duda, en el Palacio de Linares habita el fantasma de la hija de dos hermanastros, fruto de un matrimonio prohibido y una aventura romántica que se mantuvo fuera de los oídos de los más nobles para evitar los escándalos de la clase social más excéntrica del Madrid de 1800.