Como anoté un par de meses atrás, el fantasma surgido desde los cimientos de la pandemia tocó en primera instancia el universo artístico. No solo en este país, el alcance se dio a nivel mundial y el final de los estragos causados por el factor económico se podrán evaluar en el futuro cuando se pueda calificar el precio cultural sacrificado. Los resultados, dependiendo del país en donde los protagonistas viven, los alcanzó en diferentes órdenes. En Centroamérica las comunidades de Guatemala, Honduras y Nicaragua, principalmente, parecieran ser las más afectadas. Los pandémicos desórdenes institucionales redundaron en que, la noche del 14 de marzo, una exorbitante mayoría se quedara literalmente sin trabajo. “Costo humano asumible”.
A pesar del panorama desalentador, siempre hay emprendedores que pueden construir paréntesis mientras su historia profesional se queda congelada temporalmente. Hay que comer, sí, y el hambre, decían mis maestras de pintura y teatro, alimentan a la imaginación y nos vuelve creativos. Y de este modo, en lugar de paralizarse ante la adversidad, muchos encontraron rutas alternativas de subsistencia mientras “todo este pandemónium se normaliza”. Y digo mientras, ya que zapatero a tu zapato, los artistas son profesionales en su campo y por lo mismo tienen derecho de trabajar en el área de su especialidad.
Varias figuras de las artes escénicas han ofrecido sus servicios como mensajeros. Hacer las compras, seleccionar el mejor producto y dejarlo en la puerta, es una de las alternativas. Una de las más exitosas y polifacéticas damas de las tablas está subsistiendo de la repostería. Call Centers, lavado de prendas delicadas, cubrecamas tejidas a mano, cocina, vigilancia de ancianos, pilotos particulares, carpintería, en fin, se suman a la labor que muchos artífices han tenido que aceptar para no salir de la jugada. Bien por ellos porque no se dan por vencidos. Mal, porque el sistema ha prescindido de su puesto por “no ser esenciales”.
Si bien es cierto que la clausura de centros culturales y galerías de arte se venía dando desde finales del año pasado, el COVID-19 precipitó el cierre de espacios físicos que no se van a volver a abrir nunca más. Muchos pintores están en sus hogares sin la mayor posibilidad de comercializar su producto. Sin embargo, los espacios organizados, ya habían vislumbrado, por medio de las plataformas digitales, posibilidades alternativas. De este modo, la Asociación de Museos, fundaciones y varias salas de arte, ofrecen actividades que no implican una presencia física y, por ende, garantizan el distanciamiento social, la ausencia de molestas mascarillas y la aplicación en el cuerpo de galones de gel. Peligro: como consecuencia inmediata podrían dejar de acudir a visitar exposiciones y espectáculos de carácter público. En otras palabras, más cierres y mayor desempleo.