Por Jorge Alvarado
Dicen por ahí “que el poder corrompe” o también “que si quieres saber cómo es en realidad una persona debes darle poder y que cómo actué, así es en realidad”. El ejercicio del poder, en cualquiera de sus ámbitos, siempre conlleva una cuota de estatus que alimenta el ego. Algo que no está mal, siempre y cuando no se caiga en el exceso.
Lo más importante en la vida no es llegar a tener poder, es mejor saber cómo administrarlo; todos los seres humanos llegamos a ostentar una cuota de poder, ¡claro! Hay poderes de poderes, pero todo tiene que ver en cómo se ejerce y en cómo se regula.
En la política, en las empresas y en las familias siempre existen relaciones de mando y de subordinación, pero lo interesante de esto es observar cómo se ejerce y las consecuencias que trae. Hubris epistemológicamente viene del griego que significa “desmesura”, algo que puede ser desproporcionado o exagerado, que es una de las señales inequívocas de que algo anda muy mal.
El síndrome de Hubris es un trastorno psiquiátrico que afecta a las personas que ejercen poder en cualquiera de sus formas o de cualquier índole. El Hubris es todo lo contrario de la sencillez, la humildad y la cordura. Para cualquier persona que alcanza el éxito en su ámbito podría ser muy fácil marearse y llegar a pensar que es el mejor y que siempre lo será, además de presumir el poder que ostenta, algo que solo refleja una gran ignorancia y poca educación.
Es por eso, quizás, que cuando un funcionario público alcanza el poder que podría ser un presidente, un diputado, alcalde o ministro, pasa de ser un ciudadano común y corriente con la vocación de servicio, a ser “el amo y señor del universo”. En muchas ocasiones muchos de ellos se embriagan de tanta adulación, servilismo de quienes los rodean por interés y en otras ocasiones por la estupidez de pensar que son más que otros por el cargo, posición que ostentan en determinado momento.
La falta de humildad y de sencillez en el ejercicio del poder en cualquiera de sus formas tiene como consecuencia que la competencia, las habilidades y las destrezas, se transformen en prepotencia, arrogancia y soberbia.
El ego es algo positivo, pero cuando es desmedido te puede llevar a lugares peligrosos e insospechados, puedes caer en la trampa de que el universo gira alrededor de ti. Quizás de ahora en adelante cuando veas a una imagen pública que actúa un poco extraño o a un presidente que actúa de forma estúpida, quizás puedas diagnosticarlo o comprender que posee el síndrome de Hubris.
Será mejor que sepas identificar el síndrome de Hubris en los demás y que no te identifiquen a ti con él. La humildad es la llave de todas las puertas. Busquemos ser personas asertivas, que nos esforzamos en fortalecer nuestra seguridad y confianza en nosotros mismos para que cuando ostentes un poder muy grande no te veas sorprendido por el síndrome de Hubris.