El presidente Alejandro Giammattei ha demostrado, durante los poco más de seis meses de gestión, que es una persona que varía su discurso no solo de acuerdo a las circunstancias, sino que, en función de su estado de ánimo, al menos eso parece.
Lo hemos visto por cadena nacional, con un falso rol paternalista, afirmar que las medidas de restricción de la movilidad y otras para la mitigación de la pandemia del COVID-19 las impulsaba por el bien de los guatemaltecos. Alguna vez indicó que era su responsabilidad cuidar a los ciudadanos. Nos ha regañado por televisión y ha arremetido contra otras instituciones que a su juicio han hecho mal las cosas.
Un día de marzo restringió las actividades en los ámbitos públicos y privados, pero al día siguiente matizó ese discurso y afirmó que algunas industrias, como las maquilas y los call center podían seguir en operación bajo algunos protocolos de seguridad sanitaria y permitió la apertura de la zapatería de “Doña Chonita”. Ahora ha decidido dejar su papel de papá enojado, se ha lavado las manos al estilo Poncio Pilato y ha trasladado la responsabilidad de protegerse a los ciudadanos.
La peor pandemia del siglo XXI no le hizo gracia a un presidente que llegó al poder a fuerza de su insistencia (anteriormente había perdido las elecciones en las contiendas presidenciales de 2007, 2011 y 2015). Al parecer, el mandatario, cuya primera derrota electoral para competir a un cargo de elección popular se remonta a 1999 cuando perdió la alcaldía con el otrora unionista Fritz García–Gallont, está harto de esta emergencia sanitaria suscitada por la propagación acelerada del COVID-19.
“Ya voy saliendo de ese tema para poder retomar el gobernar el país”, manifestó. La declaración no pudo ser más egoísta e indolente. Su aseveración se da en el marco de un sistema de salud colapsado, una escalada constante en el número de casos (más de mil por día, varía solo cuando se hacen menos pruebas) y las movilizaciones de personal sanitario que demandan sueldos e insumos.
Al parecer la pandemia no le ha dado un dejo de empatía al médico sin clínica, cuya gestión en el área de seguridad sanitaria ha sido cuestionada incluso por sus compañeros de promoción de 1980, quienes dirigieron una misiva para rechazar sus acciones.
El presidente solo quiere gobernar, sin molestas pandemias, ni exigencias médicas y ciudadanas, esas que solo le hacen perder el tiempo para lo imprescindible: dirigir un país empobrecido y enfermo.
Él, “gracias a Dios”, ya salió de esa molesta circunstancia llamada emergencia sanitaria, ahora solo le toca gobernar porque él, con una envidiable responsabilidad y sentido común, ya le ha “trasladado la responsabilidad a la gente, si la gente se quiere cuidar que lo haga, sino le sacamos tarjeta roja”.
El presidente decidió impulsar la reapertura económica del país, sin contar con certeza de cuándo se llegará al pico de contagios y sin las condiciones epidemiológicas que reflejen que la curva finalmente es descendente.
Gobernar incluye la gestión de la pandemia
De acuerdo a sus palabras, su miopía política y falta de sentido común, “la responsabilidad ya es de la gente”. Pero el discurso antipático del dignatario elude su obligación recogida en la Constitución Política de la República en su artículo 182, específicamente la que se refiere a “cumplir y hacer cumplir la Constitución”.
La Carta Magna recoge en el artículo 93 el derecho a la salud. “El goce de la salud es un derecho fundamental del ser humano sin discriminación alguna”.
El texto constitucional continúa en el artículo 94: “El Estado velará por la salud y asistencia social de todos los habitantes. Desarrollará, a través de sus instituciones, acciones de prevención, promoción, recuperación, rehabilitación, coordinación y las complementarias pertinentes a fin de procurarles el más completo bienestar físico, mental y social”.
En ese contexto y como responsable de cumplir y hacer cumplir la constitución gestionar la emergencia sanitaria, causada por el COVID-19, también es su responsabilidad. En pocas palabras administrar la función pública en medio de una pandemia es también gobernar o ¿Qué esperaba al ser presidente? ¿Miel sobre hojuelas? ¿Ser uno de los presidentes mejor pagados de América Latina y no ser cuestionado ni rendir cuentas?
Seguramente tenía en mente “gobernar” sin esta molesta circunstancialidad de la pandemia, esperaba que con un “médico” como usted al frente, el sistema de salud históricamente disfuncional, empezara a tener un rendimiento del primer mundo. Yo lo invito, dignatario a que haga lo que tanto anheló, a que cumpla su sueño y que a que gobierne este país, lo que incluye, le guste o no, la gestión adecuada de la pandemia con perspectivas humanas, sociales, económicas y sanitarias.