Nunca me imaginé que lo sobrenatural despertara tanto interés entre los lectores. De a poco, algunos comparten historias que otros asiduos van corroborado. Ficción, superstición, sensibilidad para comunicarnos con el más allá, energía dispersa, fenómenos paranormales ¿cómo saberlo? La cosa es que los cuentos existen y se extienden de boca en boca.
En el San Juan de Dios, por ejemplo, se habla de visiones de niños que vagan por el hospital preguntando por sus papás. Más de una enfermera ha sufrido colapsos nerviosos cuando estos niños aparecen de la nada y vuelven a esfumarse sin dejar rastro. Pero, ¿qué hace el ánima de un niño perdida en aquel nosocomio? Probablemente se deba a que hasta antes de 1881 hubo un cementerio ubicado allí, con un área de nichos destinada exclusivamente para infantes. Como sea, algunos sugieren que la separación abrupta de sus padres y el consecuente sentimiento de abandono dentro de su caja mortuoria les quitó la paz a estos ocasionales aparecidos.
Pero si se habla de espantos, el cementerio de Escuintla tiene uno que le puede quitar el sueño a cualquiera. Se trata de un ahorcado que pende, con una mueca horrible de dolor y desprecio, del gigantesco árbol sembrado a la par de la entrada principal de la necrópolis. Su indumentaria, desgarrada y sucia, le delata como un hombre del siglo XIX. Otras veces, los trasnochadores que pasan frente al camposanto, se lo han topado espiando hacia afuera agarrado a los barrotes de la reja principal. Nunca un sonido, siempre expectante. Según cuentan quienes se lo han topado, nadie ha tenido el suficiente valor de acercarse. Su mirada maligna infunde verdadero terror.
El Teatro Lux, por ejemplo, también cuenta con su propio fantasma. Es una conserje a la que han visto trapeando los corredores del edificio, sentada en la sala principal mirando de manera ausente el escenario o simplemente vagando por las distintas salas del segundo nivel. Jamás se comunica y tampoco pareciera escuchar a las personas que han intentado hablarle. Por alguna razón que se desconoce, la gente no le tiene miedo y hasta se han acostumbrado a convivir con ella. A pocos metros de este inmueble, en el Palacio de Correos, pasa todo lo contrario con la mujer que, vestida de luto, recorre los corredores de aquel centro cultural. Su adusta mirada infunde pavor a quien ha tenido la desdicha de toparse con ella. Aunque cada vez se aparece menos, algunas veces suele vagar por el edificio proyectando su energía negativa.
En fin, como les decía al principio, la fascinación de la temática abarca historias en taxis, carreteras, jardines, en fin. No hay lugar donde alguno de mis lectores no haya experimentado algo sobrenatural. Casas de la zona 1 en donde las apariciones señalan constantemente áreas específicas en busca de ¿qué? Cómo saberlo.