El Trastorno de Identidad Disociativo o el Trastorno de Personalidad Múltiple como lo conocemos coloquialmente, es un enigma para muchos de nosotros. No es fácil para la mente comprender cómo alguien puede tener tantas facetas de una personalidad en un solo cuerpo, qué ocurrió para que esto pasara y cómo podemos relacionarnos con ellos.
El Trastorno de Identidad Disociativo, se caracteriza por la existencia de dos o más identidades o personalidades dentro de una misma. En realidad, estas varias identidades, son una, pero no pueden existir como una sola debido a un trauma complejo o grave. El trauma o la situación terrible usualmente se compone de abuso físico, sexual y psicológico por un tiempo prolongado durante la infancia. Increíblemente, estas personas, se protegen de esa situación tan terrible que vivieron, disociándose de ella. Es decir, una vez la experiencia se vuelve intolerable para la mente, la persona expulsa de su consciencia la parte de sí mismo que vivió todas esas cosas terribles, trayendo a la consciencia a una parte de sí que puede lidiar con todo esto: su adulto, su protector o su defensor. De esta manera, logra que la experiencia se quede guardada en esta parte de su personalidad que ha quedado escondida en algún rincón de su mente y solo esta lo recuerde. Este increíble mecanismo de defensa permite a la persona llevar una vida normal, funcionar, trabajar y relacionarse, sin estar todo el tiempo siendo atemorizado por su trauma. Curiosamente, cuando la mente hace esto una vez, aprende a volverlo a hacer cada vez que le surge una necesidad nueva, por lo que genera nuevas facetas de su personalidad cada vez que las necesita, alguien que la ayude con todo el estrés del trabajo, alguien que la haga enamorarse de otra persona, alguien encargada de cuidar a sus sobrinos. Cada una de estas partes, recuerda solamente las vivencias en las que esta presente y cumple solo la función que se necesita. Mientras la persona crece y evoluciona, va cambiando la “personalidad” central y la identidad que más sale es la que más se necesita en determinado momento. No tienen recuerdos de lo que la otra identidad hace, cuando alguna está presente y por esto es muy difícil diagnosticarlas. En muchos casos, son confundidos con bipolares, alcohólicos, drogadictos y esquizofrénicos; internados en hospitales psiquiátricos a vivir como presos el resto de sus vidas.
Sin embargo, si uno lo piensa bien, no son tan diferentes a todos nosotros. Todos tenemos nuestro lado dulce, que nos sale ante la abuelita o el abuelito, nuestro lado fiestero, que nos sale con algunos amigos, nuestro lado serio que nos sale en el trabajo y nuestro lado niño, que no sale cuando enfermamos y tenemos cerca alguien que nos va a cuidar. Sin embargo, nosotros tenemos la capacidad de mantener cada una de nuestras “identidades” en una sola personalidad, tenemos una consciencia de nuestra historia, de lo que hemos vivido y lo que nos ha pasado; todo esto porque tenemos la dicha de que nuestra mente puede soportarlo. No necesita desintegrarse en varios pedazos para sobrevivir. Es fascinante de lo que son capaces nuestro cerebro, nuestra mente y nuestro cuerpo, por permitirnos seguir adelante con una vida funcional, despreocupada, feliz. Estas personas muchas veces no podrían soportar la vida si supieran exactamente cómo fue el trauma que vivieron, probablemente tratarían de morir. Lo complicado para ellos, es que están seguros de saber exactamente quiénes son, qué hacen y cómo se llama, y no tienen idea de que hay otras personas funcionando bajo la misma creencia en un solo cuerpo. Es por esto por lo que no es raro que reciban comentarios como “Te vi en el supermercado el martes y no me saludaste”, cuando no tienen recuerdos de haber estado allí. Por otro lado, en ocasiones, una identidad surge a media actividad, por lo que de repente “despiertan” y van manejando y no tienen idea a qué lugar iban o qué están haciendo en el carro. Esto puede ser sumamente frustrante para estas personas, pues en muchas ocasiones piensan que están perdiendo la cabeza y no tienen idea de lo que les ha sucedido.
Una mujer inglesa, llamada Kim Noble, cuenta su experiencia de haber llegado a conocer a todas sus personalidades por medio del arte, ya que una vez fue diagnosticada se dio cuenta que era factible reconocer a cada identidad por su estilo artístico, los colores y temas que utilizaba en sus dibujos. Ella ha sido un pilar muy importante en la salud mental para ayudarnos a comprender este trastorno. Cuenta que antes de saber qué era lo que tenía, se trataba de convencer a sí misma de que era alcohólica, pues no tenía otra forma de explicarse las grandes lagunas mentales autobiográficas que tenía y cómo no sabía que había hecho toda una semana, por ejemplo. La cura como tal de este trastorno es poco probable, sin embargo, la psicoterapia favorece la integración de ciertas identidades logrando reducirlas en número y eliminar las que pueden ser peligrosas para la persona. Suelen tener distintos nombres y ser muy variadas en características personales.
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Estas personas, son seres humanos que sufrieron mucho, tanto que la mente tuvo que adaptarse de la forma más drástica que pudo a la situación externa. Sin embargo, no son seres malvados, poseídos por espíritus, ni debemos de tenerles miedo. Como sociedad, debemos informarnos acerca de este tipo de trastornos, para favorecerles la inclusión en sociedad, pues como Kim Noble, son hombres y mujeres con mucho potencial, con sueños y con mucho que ofrecer al mundo que los rodea. “Aceptar a los demás como son tiene el efecto milagroso de ayudarlos a mejorar”- Marianne Williamson