El presidente Morales aseveró con contundencia que la Universidad pública del país, esa que entre 2009 y 2016 graduó a 189 mil 145 nuevos profesionales, de acuerdo a información de Registro y Estadística, es “carísima” para los guatemaltecos.
Las declaraciones poco analíticas, coléricas y precipitadas del mandatario llevan consigo algunas verdades, específicamente dos, o quizás tres, que lo dejan a él muy mal parado. Profundizaremos en ellas en el transcurso de este texto pero antes analizaremos su discurso, el contexto, la forma y la intencionalidad.
El dignatario quien se encuentra urgido por encontrar aliados y por detener las crecientes críticas por su gestión, especialmente por las decisiones tomadas respecto a la continuidad de la CICIG y la permanencia del Comisionado Iván Velásquez en el país, parece olvidar que la coyuntura actual requiere sino de ganar nuevas amistades por lo menos no abrir nuevos frentes.
En un contexto donde los estudiantes de la Universidad San Carlos han manifestado en contra de las decisiones presidenciales, Morales en otro de sus desvaríos dice que cada Sancarlista le sale “carísimo al pueblo de Guatemala”.
Será necesario conocer a detalle algunos datos estadísticos de esa casa de estudios para dimensionar el alcance de sus declaraciones. Lo cierto es que la intencionalidad de Morales difiere mucho de ser un ejercicio objetivo de evaluación de políticas públicas alrededor de la inversión con fondos del erario en la educación superior.
Tales afirmaciones de nueva cuenta llevaban aires de confrontación: “creo que es un buen llamado de atención hacia lo que estamos enseñando en la gloriosa y tricentenaria…” El presidente buscaba no solo provocar sino cuestionar el movimiento estudiantil y los métodos de enseñanza de esa casa de estudios, esa donde fue rector su compañero de fórmula el vicepresidente Jafeth Cabrera.
Las cifras hablan
De acuerdo al “Avance Estadístico No. 01-2018” la Universidad de San Carlos de Guatemala cuenta con 10 facultades, 9 escuelas no facultativas, 2 institutos tecnológicos y 22 centros universitarios, en donde se ofrecen 260 carreras a nivel intermedio y licenciatura, 225 maestrías, 22 especialidades, igual número de doctorados y 53 especializaciones (que no obtienen grado académico).
En estas 43 unidades académicas se inscribieron este año 188 mil 798 estudiantes, de acuerdo a reportes del Departamento de Registro y Estadística de esa casa de estudios, la cual, según el portal de Información Pública se le asignó para el ejercicio 2017 un presupuesto de Q1 mil 975 millones, 876 mil 280. 00, incluidos ingresos tributarios y no tributarios.
Desde luego que muchas de estas unidades académicas sobre todo en el área científica requieren equipamiento tecnológico costoso y otros insumos para funcionar. Pero si hacemos una división simple y mentirosa del total del presupuesto, respecto a la cantidad de alumnos inscritos, el resultado nos da que cada estudiante cuesta poco más de Q10 mil por año, es decir algo así como Q872 por mes, una cifra muy por debajo de muchas de las universidades privadas donde se pagan cuotas arriba de los Q2 mil, más gastos de matrícula, que muchas veces son dos por año.
Desde luego que el cálculo es mucho más complejo, hay métodos científicos para evaluar el costo respecto al beneficio y la tasa de retorno social de una inversión en educación.
Estoy convencido que ambos indicadores darían como resultado que los beneficios de contar con una universidad pública como la San Carlos, costeada por los impuestos de los guatemaltecos, son mucho más elevados que el 5 por ciento constitucional que se destina anualmente.
A eso le sumaría el costo del equipamiento, el mantenimiento de la infraestructura, al pago de docentes, a la investigación que se desarrolla y otros aspectos que también es posible cuantificar.
Entonces es ¿Carísimo?
¿Verdad o mentira?
Alzo mi mano y digo que mentira, sobre todo si se toma en cuenta que el estudiante de la San Carlos hace una serie de prácticas profesionales no remuneradas o mal remuneradas. Según esa casa de estudios por cada Q1 que recibe devuelve Q3.75 a la sociedad.
Verdades (a medias)
Entre los nuevos desvaríos del dignatario hay algunas frases textuales que debemos de analizar (no necesariamente por orden):
1) “yo estudié en la San Carlos” ¿Verdad o mentira? Es una realidad, se graduó a los 33 años, lo que nos hace suponer que no fue un estudiante destacado. Lo lamentable es que siendo un sancarlista califique de “carísima” la educación de la que se sirvió y que se atreva a cuestionar los métodos de enseñanza.
2) “Por lo menos no le robé ni un año más a mi pueblo, quito la palabra robar, no le causé un gasto más de lo que mi pensum me permitía” ¿Verdad o mentira? Fuentes de información, que francamente aún no he corroborado, dan cuenta que el dignatario podría haber ingresado a esa casa de estudios en 1987, cuando tenía 18 años. A juzgar por el año de graduación y aunque quiera darle el beneficio de la duda, es muy posible que su afirmación sea una mentira.
3) “Yo me siento un becado del pueblo de Guatemala” ¿Verdad o mentira? Debería ser una verdad absoluta, pero la beca no proviene de sus años de rebeldía como sancarlista, más bien de su trienio en la silla presidencial con un salario superior a los Q140 mil, más bonos autorecetados, gastos excéntricos, lujos para él y su familia.
No me queda duda que el dignatario hace lo correcto al sentirse becado del pueblo de Guatemala. Su relación costo – beneficio bajo mecanismos técnicos seguramente saldría desfavorable. La presidencia tiene un presupuesto asignado de Q207 millones anuales. ¿Becado o no?
4) “Por eso los estudiantes de la San Carlos nos debemos al país, desde los abogados, los doctores, los ingenieros… ¿Verdad o mentira? Verdad, no me queda duda, lo que si pongo en tela de juicio es si usted presidente egresado de la universidad pública que ayer atacó se debe al país o a sus mezquinos intereses. ¿Usted que cree?