Autor: Ing. Geol. Mireya Archila de Sánchez, Directora Ejecutiva GEOAMBIENTE, Comisión Laboratorios AGEXPORT.
En números, de acuerdo al Banco Mundial, cada guatemalteco genera un promedio de 0.47 Kg de desechos sólidos diariamente. Si somos aproximadamente 17 millones, estamos generando 7,990 toneladas diarias de desechos sólidos; lo cual implica que anualmente producimos 2, 916,350 Ton de basura que se acumula en los vertederos municipales autorizados que, en su mayoría, no cuentan con infraestructura alguna, en basureros clandestinos y en cuerpos de agua. Si bien es cierto, según las estadísticas, Guatemala es de los países latinoamericanos que menos desechos sólidos producen pero la completa falta de gestión hace que nos estemos enterrando en basura. De acuerdo al reporte del Banco Mundial (What a Waste 2.0, 2018), se espera que para el 2050, se haya incrementado en un 70% las cifras actuales.
Hay que decirlo claro, el guatemalteco no tiene la cultura de la gestión de residuos; lo cual significa que no se tiene el interés por la reducción, segregación, recolección y menos del tratamiento y disposición final. Las estadísticas en el reporte de consulta, indican que en el país se contabilizan 69 vertederos abiertos, 10 vertederos bajo control y 15 rellenos sanitarios y más de 2,300 basureros clandestinos; todos sirviendo a una población de 17 millones en 340 municipios.
Es indudable que esta falta de gestión de los residuos está generando severos impactos a los ecosistemas naturales y por ende en la calidad de vida del guatemalteco, poniendo de manifiesto la contaminación, dado que la naturaleza ya sobrepasó su capacidad para restaurar su ciclo natural debido al creciente volumen de desechos vertidos sin control, poniendo igualmente en riesgo la salud y la economía. Ejemplos de esta contaminación los vemos a diario; los sitios más icónicos en nuestro territorio son tristes representantes de la contaminación, sus efectos y de nuestra indolencia; lagos de Amatitlán y Atitlán, ríos Villalobos, Las Vacas, Samalá, Motagua, Achihuate, María Linda, barrancos citadinos, etc. Estos desechos no permanecen estáticos y eventualmente se acumulan en las áreas marino costeras, generando impactos significativos en el ecosistema marino. Hay que indicar que el mayor componente de estos residuos es plástico. De acuerdo a las estadísticas mundiales, el 40% de la basura que se observa en los mares es plástico y el 62% de esa fracción es basura de empaque de bebidas y comida. Guatemala no es la excepción de esta estadística.
Sin embargo, hay que decirlo, el plástico no es el problema, más bien el problema de la falta de gestión de residuos es de carácter social, no solo a nivel del individuo sino también de la aplicación de modelos socioeconómicos tradicionales; hoy obsoletos para los retos que enfrenta la humanidad. Por ejemplo, un estudio menciona que los costos asociados a los desechos plásticos en el océano significan US$8 billones anuales por la pérdida de pesca, efectos en la acuacultura y el turismo, en adición a los esfuerzos de limpieza de playas (PNUD; 2014); lo cual refleja un futuro inminente crítico dado que estamos cerrando los ojos a la realidad: a mayor población, mayor volumen de desechos.
Indudablemente, los efectos de esa falta de visión respecto a la necesidad de gestión son desastrosos para la sociedad, el medio ambiente y la economía. Por lo que, es innegable la urgente necesidad para el Estado de Guatemala promover a nivel transfronterizo, nacional, regional, municipal y local, una política de gestión de residuos congruente, con estrategias definidas para reducir, reciclar, reutilizar, tratar y disponer con base en una reglamentación de gestión de residuos viable, precisa, con incentivos y también cuyo incumplimiento signifique que el que contamine, pague y restaure.
La gestión de residuos es transversal y deben asignarse responsabilidades, políticas, estrategias, planes, programas en los sectores salud, educación, economía, agricultura, energía, turismo, planificación urbana, desarrollo industrial y ambiente que conlleven a un mismo fin: el mejoramiento de la calidad de vida y la conservación de los ecosistemas dentro de un contexto de desarrollo económico, sostenible, ordenado, dinámico y proactivo. Las herramientas son muy variadas para cada sector; sin embargo, uno de los primeros pasos debe considerar la adopción de modelos de desarrollo donde se incluya la gestión de residuos a efecto de asignarle valor, como una verdadera oportunidad dentro del contexto de una economía circular, por ejemplo.
La responsabilidad de la gestión de los residuos no se puede seguir postergando. Debe ser parte de la agenda del Estado de Guatemala dado que es una responsabilidad que nos atañe a todos los actores sociales. El seguir postergándola significa continuar desvalorizando nuestro derecho a una calidad de vida saludable, a conservar nuestros ecosistemas sanos y a aprovechar oportunidades económicas no tradicionales para generar bienestar Le debemos esa correspondencia a NUESTRA CASA: LA TIERRA