Ocho mil 693 kilómetros separan al Aeropuerto Internacional La Aurora del monumental estadio Santiago Bernabéu. Por fortuna en un mundo globalizado la distancia es lo menos importante y la percepción, aparentemente generalizada, sobre todo por los más fanáticos, es que los merengues jugaron en el patio trasero de sus casas, o quizás en la cancha que les queda a la vuelta de la esquina.
El juego final de la Champions League, que trato de no perderme por ser un espectáculo deportivo, traía consigo augurios de una nueva conquista para uno de los mejores equipos del mundo y de la historia del fútbol. Indudablemente el Real Madrid, bicampeón de Europa era el gran favorito para alzarse con la orejona y celebrar su tercer título consecutivo y el décimo tercero de su historia.
Algunos restaurantes y centros comerciales se tiñeron de blanco, se convirtieron una pequeña Gran Vía y por momentos la euforia de la final disputada en el Estadio Olímpico de Kiev, el cual está a 10 mil 792 kilómetros de distancia de nuestro modesto Aeropuerto, pareció trasladarse a Guatemala. Los mensajes en las redes sociales desde luego no se hicieron esperar.
Finalmente, no importa la forma, ocurrió lo predecible el Real Madrid se quedó con la orejona. En redes sociales los más fanáticos celebraban y se burlaban de aficionados de otros equipos. “Messi salió en el comercial de Fritolay”, “Cristiano ha ganado las mismas Champions que el Farza”, “Sufran farzas”. “K13V” y desde luego el #HalaMadrid y nada más.
Los aficionados del Barcelona en Guatemala, club que juega a 9 mil 173 kilómetros de distancia, respondieron a algunas provocaciones: “no sabía que el Madrid compraba porteros”, “díganle gracias al portero”, entre otros (el Madrid anotó dos de los tres goles a consecuencia de errores del guardameta del equipo rival, que por cierto se llama Liverpool).
En redes sociales y por grupos de Whatsapp circuló una imagen del pabellón nacional con el escudo del club Real Madrid en el centro, una apología a la insensatez y algo completamente fuera de lugar y que para el nacionalismo más recalcitrante podría ser incluso un insulto a la bandera que nos representa. Aún guardo esperanzas de que la imagen sea falsa, pero existen indicios para pensar que no lo es.
Así transcurrió una jornada de final de Champions con burlas, mofas e inexplicables sentimientos de identidad de un club que juega a más de 8 mil kilómetros de distancia, pero que tiene enloquecidos a miles de guatemaltecos que seguramente añoran encontrar una ascendencia española en su árbol genealógico.
Indudablemente el Real Madrid es un gran club, de los mejores del mundo y el partido final de la Champions es un espectáculo que definitivamente hay que ver. Hasta ahí todo bien. Lo que definitivamente no logro entender es esa rebuscada e inventada identidad con los colores de un club, de otro país y de otro continente. No comprendo las provocaciones, burlas y hasta peleas entre guatemaltecos que se sienten más madridistas que el oso Madroño.
Nuestra final
El domingo se jugó la gran final del torneo nacional a unos 80 kilómetros de la ciudad capital y a dos horas en vehículo de distancia (un poco más cercano a Kiev). Sin embargo la pelea por nuestro título de fútbol no despertó las mismas pasiones, hubo menos tweets, muy pocos post Facebook, pero sobre todo menos absurdas provocaciones y manifestaciones ridículas de apoyo (si somos optimistas podemos ver esto como positivo).
Guastatoya es el merecido campeón del torneo local, un club al que hoy celebran cientos de guastatoyanos y solo guastatoyanos. Lo cierto es que los pecho amarrillo, que juegan a menos de 100 kilómetros de la ciudad, son los monarcas aunque sean incapaces de despertar las mismas pasiones, burlas, memes y provocaciones que los merengues que juegan a más de 8 mil.