Llegó a mi atención una opinión que considero válida y hasta encantadora. De acuerdo con la autora, Lauren Martin, su columna es de corte científico, aunque pueda resultar bastante cálida para referirse a ciencia. “Why Readers, Scientifically, Are The Best People To Fall In Love With” o “Por qué los lectores son científicamente las mejores personas para enamorarse de” o interpretado, no traducido “Por qué científicamente es mejor enamorarse de una persona que lee”.
Tome el que guste.
Fue publicado en Elite Daily hace algunos años y por azar del destino ha vuelto recientemente a mi siempre curiosa atención.
Para mi blog en Relato.gt ha caído como anillo al dedo, pues tengo la intención de centrarme en letras y arte. Sobre todo en literatura, ese espacio grande que en Guatemala permanece chico.
Tengo la firme convicción de que el país necesita leer más, a todo nivel. Leer para expandirnos como sociedad. Leer para llevar el precario nivel educativo a nuevas dimensiones. Leer para aprender a tratarnos con más cortesía y afabilidad. Leer para comprender que existen distintas realidades. Leer para perder el miedo a lo diferente. Leer para definir nuestra identidad. Y por supuesto, leer por placer.
Las opiniones de Martin en su vieja columna son puras verdades. Yo las extiendo a planos múltiples. Porque hay muchas formas de enamorarse y de amar.
La empatía que desarrolla un lector hacia la humanidad lo hace candidato perfecto para ser un amigo de confianza. Entre dos personas (o más) que conocen la gloria de la buena lectura, se tienden puentes permanentes.
Son personas que saben caminar dentro de los andamios completos de las historias. Los lectores, a paso de libro, aprenden a interpretar y se identifican con las emociones de los personajes. Texto tras texto, descubren prodigios en la diversidad con la que los escritores perfilan personas, construyen sucesos y comparten su particular visión de la historia universal.
Los lectores de cepa y casta sienten arranques de ternura, de risa, de miedo. También de llanto. Perfeccionan el arte de enamorarse. Todo con solo navegar, abandonados sobre los barcos de la imaginación, las aguas que habitan páginas y palabras.
Cuando los empedernidos por los libros coinciden en una obra o en algún encuentro, sucede magia. Es como si se tomaran de la mano y juntos dieran un paseo dentro de otro universo, uno que conocen muy bien. Se abstraen por un rato de la vida y sus asuntos comunes para enriquecerse mutuamente.
Solo ellos entienden el gozo que proviene de una historia bien hilvanada. Aquilatan uno a uno lo que cada libro concluido deja dentro de su esencia, para siempre. Además, comprenden cómo el ejercicio lector impacta la visión de los demás seres de libros.
Las personas que hacen de la literatura un hábito aprenden de gentes. Son expertos en calzar zapatos ajenos para comprender. Hacen de la compasión un hábito vitalicio.
Las personas bien leídas son maestras de la admiración desinteresada y dominan el arte del cuestionamiento objetivo.
Es muy simple: leyendo conocen a profundidad muchas facetas humanas. Eso sin mencionar que además la lectura conduce a aprendizaje múltiple. Los lectores aprenden de lugares, momentos históricos y culturas vivas o extintas. Las letras, señoras y señores, transportan a todos los infinitos.
Cuando dos seres lectores se reúnen, hacen de su conversación una oda a la vida y un homenaje al arte. Celebran sus propias existencias y el milagro de haberse encontrado.
Coincidir con personas que comparten la misma pasión con esperanza y desaforo es un regalo que no tiene precio, y por qué no decirlo, es otra forma de enamorarse.
https://elitedaily.com/life/culture/date-reader-readers-best-people-fall-love-scientifically-proven/662017/