Andrea es una mujer que trabaja para una de las empresas de mayor ingreso que existen hoy en día en nuestro país. Ella es proveniente de Cobán, es madre soltera de una adolescente de catorce años llamada Carmen y se dedica a cocinar en la cafetería de la empresa. Hace poco me contó su historia y me hizo pensar acerca de la importancia de cómo país no desamparar a personas como ella, que luchan con enfermedades progresivas y buscan por medio de su trabajo, proteger la supervivencia de una familia, que llena de amor y talento, no puede cambiar la historia que le toco vivir.
Andrea es la única persona que vela por su hija, Carmen, quién no fue reclamada por un irresponsable padre desde el día que abrió sus ojos al mundo. Hace poco, fue diagnosticada con Diabetes tipo 1 y Sepsis, que es una infección sistémica de los órganos corporales., Diagnóstico que el dieron en el hospital regional de Cobán. Desde el día que se supo qué era lo que estaba provocando los malestares de Carmen, la vida de esta familia ha sido distinta. Carmen ha dejado de ser una adolescente común y corriente y se ha visto varias veces entre la vida y la muerte. Ha renunciado a la típica tranquilidad de la infancia para volverse una luchadora involuntaria, que ahora teme que todos los sueños que tiene usualmente alguien de esa edad no puedan hacerse realidad en su vida.
Por su parte, Andrea vive en una terrible angustia por su mayor tesoro. Ella es de esas personas que dan todo en su trabajo, que se preocupan por sonreírle a la gente, por hacer cualquier cosa que se les pida con amor y por hacer que las demás personas se sientan especiales, y a pesar de todo su esfuerzo, teme no poder salvar a su hija de esta incurable dolencia que le entregó la vida. Su hija ya ni siquiera entra en la planilla del IGGS, pues la cobertura de servicios de salud para los hijos llega hasta los siete años. Andrea gasta aproximadamente 460 quetzales a la semana, de los 4 mil que gana al mes, en las medicinas de Carmen y no sabe que más hacer para que su hija no sufra. El dinero no les alcanza para vivir, ha metido todos sus ahorros en la salud de su hija, trabaja arduamente para a penas mantener a flote la situación y vive con el temor de perder, en cualquier momento, lo que para ella vale más que su propia vida.
La situación que vive esta familia es verdaderamente desgarradora y no muestra señas de mejora. Hace pocas semanas, Carmen se puso “muy delicada de salud” por la infección y las dos sintieron que ese era el final. Agradecen a Dios haber tenido una oportunidad más, pero no pierden la angustia y el temor de que esta en realidad sea la última. Andrea cuenta su historia y se puede escuchar culpa en el fondo de sus palabras, pues siente que es ella quien no ha hecho el trabajo de cuidar a su hija lo suficientemente bien como para que esto no esté sucediendo. Nada es más lamentable que oír a una madre que con el sudor de su frente se mata todos los días para darle una oportunidad de vida a su única hija, culparse por no poder cuidarla suficiente y por el nivel de gravedad de la enfermedad. Pues solo nos indica que cuando el desamparo llega a ser tan grande ¿a quién podemos culpar que no sea a nosotros mismos para al menos obtener una explicación?
Pero la verdadera pregunta para nosotros que tenemos la dicha de ver esta situación desde afuera es, ¿qué puede hacer una pobre mujer en esta situación? ¿Quién vela por las familias que en situaciones similares no tienen consuelo a pesar de contar con una fuente de ingresos que representa prácticamente todo lo que cuestan los medicamentos en este país? ¿Qué se puede hacer por ellos? La realidad es que existen enfermedades como la Diabetes, que representan una lucha constante por la supervivencia de muchas de las personas en nuestro país y que las familias, a pesar de trabajar laboriosamente, no se encuentran en situaciones para cubrir todos los gastos que estas representan. El desamparo a nivel de salud en Guatemala es enorme y lo que nosotros debemos hacer es actuar, pues si las autoridades no han demostrado la capacidad de manejar de manera honrada nuestro dinero, depende de nosotros darle esperanza a las familias que luchan por sus vidas en los hospitales guatemaltecos. Considero que un cambio de organización gubernamental en el país está lejos, pero como humanos, siempre podemos encontrar maneras de apoyarnos. Al encontrar casos como el de Carmen y Andrea, podemos comprometernos a desinteresadamente buscar la manera de permitirle a estas personas vivir con un poco más de tranquilidad, con un poco más de esperanza y con mucho agradecimiento ante un alivio que podemos darle las personas que tenemos la dicha de tener un bienestar físico y económico al menos ligeramente mayor al de ellos.
Pues al final, siempre hay alguien a quien ayudar a la vuelta de la esquina y cada grano de arena cuenta en la construcción del país que todos queremos en el futuro, un país de gente más sana, menos angustiada y más esperanzada, por lo que los invito a que nunca dejen de ayudar a las personas que lo necesitan y ustedes, ¿cómo están cambiando guate?