Hace unas semanas me invitaron a participar en un taller de fototerapia. El ejercicio consistía en elegir una imagen al azar y construir un contexto alrededor, ampliar el campo visual y pensar ¿Qué ocurrió? Aprendí algunas cosas de la actividad y bajo ese contexto decidí hacer lo mismo con la imagen de la niña que llora cuando su madre es aprehendida en la frontera de Estados Unidos.
La imagen la vi por primera vez cuando un amigo la compartió en su muro de Facebook. “No puedo con esto”, escribió. ¿Qué veo ahora en la foto? Desde luego a la niña y su miedo, quizás pánico, de ver que algo muy grave puede ocurrirle a su mamá, a la única persona que quizás tiene en el mundo, a su protectora, a quien la alimenta, quien le abraza cuando se siente triste y quien la cobija en las noches de frío.
Ampliemos un poco más la foto ¿Qué encontramos? Quizás una familia monoparental, pobreza, abandono paterno, desilusión, desnutrición, malnutrición, ausencia de oportunidades y desde luego sueños americanos truncados y esperanzas rotas.
El dolor de esa imagen es grande, el miedo es indescriptible, pero ese sentimiento no es único. Según cifras de la Dirección General de Migración hasta el 4 de julio de este año 256 niños y adolescentes, 178 hombres y 78 mujeres, habían sido deportados desde los Estados Unidos. Estos menores de edad ingresaron por la Fuerza Aérea Guatemalteca. ¿Quién les esperaba?
Su llegada al país difícilmente tuvo un letrero multicolor con una leyenda amorosa de “bienvenidos” o “los extrañamos”, y aunque cada historia de estos niños es diferente, cada una está repleta de dolor, miedo, desesperanza y tristeza. Aunque no necesariamente viajaban sin sus padres, inevitablemente sus historias tienen esas dosis de horror, temor y desesperanza, de ver como sus expectativas se vienen a pique.
Si ampliamos la imagen de los niños al momento de arribar a Guatemala, encontraríamos: pobreza, otra vez, desnutrición, de nueva cuenta y ausencia de oportunidades.
Hace algunas semanas la canciller Sandra Jovel declaraba que más de cuatrocientos menores de edad habían sido separados de sus hijos y estos fueron trasladados a centros, donde pasan sus días en hacinamiento, mientras alguien decide qué hacer con ellos.
En ese lúgubre contexto Kirstjen NIelsen, Secretaría de Seguridad nacional, visita hoy e país y trae un mensaje de “tolerancia cero”, un mensaje de desesperanza y de dolor. Ojala Nielsen pudiera ampliar la fotografía y construir ese hostil contexto y trasladarlo a otro nivel, quizás así podría cambiar su discurso de tolerancia cero a uno más solidario y humano.