Hay mujeres que le temen a la olla de presión. Esta útil herramienta ahorra tiempo, pero hay que aprender a usarla porque puede provocar accidentes. Y si de tiempo se trata también está la olla de cocimiento lento, que parece más inofensiva y fácil de usar. Ambas son inventos maravillosos que nos ayudan mucho.
Y si te estás preguntando en qué momento este blog se convirtió en un espacio para hablar de accesorios de cocina, déjame decirte que no me confundí, solo quiero usar estas referencias para preguntarte ¿cómo procesas tus emociones? ¿Eres tipo olla de presión o de cocimiento lento? ¿Estallas o quemas todo lentamente?
Las mujeres tenemos la capacidad de subir la temperatura como la olla de presión y hacer que todo explote en un instante o podemos cocinar muy lento hasta que todo se queme. Nuestras emociones mal manejadas son capaces de incendiarlo todo.
Somos un sistema hormonal trabajando en ciclos, y más o menos a partir de los cuarenta, ese procedimiento se altera. Así que podemos pasar de la alegría a la tristeza en el mismo capítulo de la serie, al día siguiente sentimos cómo el termostato se calienta más de lo que quisiéramos y después queremos aniquilar con la mirada al policía de tránsito o al motorista que se atraviesa en el tráfico.
¿Es normal? Sí. ¿Es lógico? Para una mujer sí, pero para un hombre no. Ya sabemos que no es fácil lidiar con las emociones, mucho menos que nos entiendan, pero es parte de nuestra maravillosa esencia.
Si a este proceso hormonal y natural lleno de cambios le sumamos las noticias, información de lo que pasa en el país con el Covid-19, falta de vacunas, el tráfico, la incertidumbre entre sistema híbrido y presencial del colegio y tantas cosas más, nuestra mente tiene mucho qué procesar, sin querer podemos activar la olla de presión y explotar o en silencio se llena nuestro recipiente de cocimiento lento hasta que todo se rebalsa. No es fácil manejar tantas emociones.
¿Conoces las características de tu temperamento? Hace años compré un libro que hablaba del temperamento. Me ilustró ese deseo de organizar actividades sociales que me identifica y esa parte menos atractiva de mi carácter, pues me definía como sanguínea-colérica. Es decir, soy tan amigable como explosiva, igualita a la olla de presión cuando no se manipula correctamente, exploto e inmediatamente respiro y quisiera que el desastre se limpie solo… ¡qué bueno fuera!
El mismo libro hablaba de ese balance que debe tener la vida para que la configuración de nuestro temperamento se moldee. Busca en internet un test que te ayude a descubrir tu temperamento y sus características.
Yo no quise que mi parte colérica sobrepasara los límites, porque en algunas ocasiones herí a quienes me rodean mientras explotaba. Así que profundicé un poco y recordé que el ser humano está compuesto de espíritu, alma y cuerpo. En el alma está nuestro intelecto, las emociones y la voluntad. Observé cómo las emociones son capaces de gobernar sobre nuestro intelecto o voluntad.
Abundan los ejemplos de personas llenas de títulos universitarios que se dejaron llevar por una emoción de una aventura sentimental que terminó desbaratando su hogar y cuando reaccionaron ya era tarde.
Sí, las emociones son muy poderosas y requieren nuestra atención, reconocer cuáles son las que nos dominan nos da un panorama de los pensamientos que tenemos. Por ejemplo, la tristeza suele llenarnos de pesimismo; la ira nos pone agresivas ante cualquier situación por mínima que sea; la alegría nos llena de esperanza y optimismo, pero el exceso nos hace tomar decisiones precipitadas y poco sensatas.
Si no tenemos una persona con quien podamos hablar de nuestras emociones, quizá recurramos a las redes sociales para desahogarnos, los grupos parecen una fuente en ebullición, pero a veces se prestan para malos entendidos, sacar de contexto nuestras palabras o tomarle un screen a nuestro post y acarrearnos problemas.
Para alejarnos de ese drama, es ideal contar con un pararrayos, una persona que no juzgue y comprenda. Alguien que te nos dé permiso para dejar de ser políticamente correctas y nos deje fluir. ¡Necesitamos una buena amiga!
No importa tu temperamento, si logras crear ese balance para no dejar que las emociones se acumulen podrás tener la madurez de recibir la vida como lo que es: una oportunidad para volver a empezar.
He aprendido que ¡hay días, de días! En algunos mis emociones ganan el partido, hay otros donde logro empatar y también llegan aquellos donde les gano. Mientras tanto, son mis mejores amigas y mi esposo quienes me ayudan a encontrar ese sano desahogo que me da balance, me llena de optimismo, esperanza y fe para esperar un día mejor.
No olvidemos que las pequeñas emociones son los grandes capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin darnos cuenta.
Vincent Van Gogh