CULTURA Y DEPORTES. Por Guillermo Monsanto
Guatemala es un país lleno de paradojas en casi todos los sentidos que uno se pueda imaginar. En lo personal y en la práctica, me tocó desarrollarme como artista en un medio que cuenta con un Ministerio de Cultura y Deportes que pareciera no entender con claridad qué es la cultura artística y qué es el deporte. Eso porque no pega centro ni con uno ni con otro. Simplemente los rectores que han llegado a dirigirlo han demostrado ser ineptos, inaptos e inocuos (claro, siempre hay excepciones muy respetables).
En papel, en acciones y en resultados, las metas del Ministerio de Cultura y Deportes lucen como pacatas y de corto alcance respecto a lo artístico creativo. Su energía y recursos, enfocados en los logros futbolísticos, han sido desperdiciados en el despeñadero de la derrota. Y el resto de los atletas que sí cuentan, han sido pichicateados entre malabares vergonzosos de privaciones y negaciones. A ello, sumemos que no hay manera que su acción haga una diferencia que pueda ser tachada de eficiente en el campo de la cultura artística la cual se ahoga entre trabas, dilaciones y olvidos. Todo, en dicha institución, es cosmético y nada es verdaderamente trascendente. Simplemente pareciera que el timonel de ese barco conduce, en toda su dimensión, el ejercicio de la incompetencia absoluta.
Durante años los artistas hemos estado a la deriva luchando contra un tumultuoso mar de incomprensiones. No hay manera de dar viabilidad a los emprendimientos más innovadores ya que los obstáculos que emanan de dicho ministerio ahogan cualquier iniciativa. Todo son impedimentos y trámites ejecutados con servil interés a través de una oscura oficina llamada Espectáculos Públicos. Entidad que opera de rodillas al servicio de varias asociaciones de gestión que no traen ningún beneficio a los artistas activos y cuyos resultados redundan en el interés de los menos en menoscabo de los más. A ellos no les interesa la calidad del producto, solamente seguir sus desgastantes protocolos.
Soy productor, director y actor teatral. Cada traba que he tenido que enfrentar en la última década ha redundado, de rebote, en colegas y técnicos que comparten mis inquietudes creativas y que se quedaron en el camino sin fuerzas para seguir luchando. Dicha entidad ha provocado desilusiones, desazones y frustraciones que los burócratas son incapaces de comprender porque para ellos su hueso es más importante que las misiones que deberían de cumplir desde sus privilegiados y omnipotentes puestos. Todo es no y nada se puede hacer: “Haga su solicitud”. Decidieron no dejar huella y, finalmente, no figurar en los registros históricos. Simplemente son incoloros, inodoros e inoloros. Para muestra la gestión de la respetable Silvana Martínez y el dinero que se gastó en no hacer absolutamente nada que contara para uno de los gremios más afectados por la pandemia.
Sin embargo, las excepciones llegan cuando uno menos se lo imagina. El nuevo ministro de Cultura y Deportes, Felipe Aguilar es, estructuralmente, diferente a los ministros que han dirigido dicha cartera en los últimos años. Es un hombre sensible al arte por su nivel educativo y posee una capacidad de abstracción que va más allá de lo técnico y lo políticamente correcto. De allí que los artistas escénicos veamos una luz que pueda hacer una diferencia en un futuro que no luce nada halagüeño. De que la tiene difícil, la tiene difícil. La burocracia le saldrá al paso haciendo manifiesta la podredumbre de una institución que debería de desaparecer para ser absorbida por el Ministerio de Educación con una eficaz Dirección de Cultura y Artes. De paso, dar libertad y presupuesto a otras direcciones cuyas misiones han sido vitales en el ejercicio del rescate, gestión y difusión del patrimonio cultural de la nación. Con esto quiero decir que, dentro de dicha institución, desperdigados, hay mucha gente valiosa a la cual profeso respeto y cuya silenciosa labor suma en otros campos importantes del sector cultural.
A los artistas, de momento, solo nos queda la expectativa. Fuimos los primeros en quedarnos sin trabajo y seremos los últimos en volver al campo económico. Las restricciones derivadas de la pandemia nos darán la pauta para revivir una industria abandonada por las autoridades desde hace mucho. Usted ¿es amigo de las artes escénicas? ¿Cuál es su opinión del Ministerio de Cultura y Deportes?