CUESTIÓN DE PORCENTAJES. Por Guillermo Monsanto
No todo el mundo está muy contento con el encierro. Los materialistas están que echan chispas. Más de dos meses luchando con el fantasma invisible de un virus, que no se manifiesta del todo, ya es mucho. Como siempre, los chapines están en el cuadrilátero, guantes en mano, tirando manotazos al aire. Los que sí y los que no, se enfrentan a diario en las redes sociales, los chats familiares y de amigos. Todos son expertos, todos serían mejores presidentes, todos son economistas brillantes y, una significativa parte de la población es inmune (o eso creen) hasta de las tentaciones del diablo. Ah, y hay que sumar al listado, las hordas convencidas que la ley no aplica en sus casos particulares. En resumen, nada les gusta y casi nada se puede hacer. Mientras tanto, un número creciente de guatemaltecos están atravesando por penurias inimaginables.
Creo que, entre tanta discusión, lo que más relevancia ha tomado es la cuestión de los porcentajes. Como se dijo en su momento, el SIDA solo mataba a homosexuales, por lo que no se debían preocupar el resto de los mortales, ya que ellos eran “normales” y jamás serían tocados por la enfermedad. Pues resulta que años después, en el principio la pandemia del COVID-19, la condición solo mataba a los ancianos. Acoto: hay que percibir con sorpresa lo que los millennials califican como vejez y, por ende, población de desecho. En fin, el desconcierto y los desaciertos nos tienen, a nosotros los chapines que todo lo merecemos, navegando en el mar de la duda, la incertidumbre, pobreza e ignorancia.
Locas exacerbadas por el odio, dementes letrados, vendidos excelsos y mal iluminados pensadores, arremeten desde sus tribunas contra la lógica, la cordura y la razón. Sus furibundos discursos brillan de sapiencia más no de lucidez. Es como si compartieran la sabiduría del loco. El mundo entero está en paro y los gobiernos en general están equivocados. La vida de unos cuantos es secundaria si de economía se trata; los números no mienten. Los porcentajes se oponen a la humanidad, ya que el dinero vale más que la propia vida. Como reza la canción de ABBA, money, money money. Always sunny its the rich man´s World.
El otro día una dama escribió en Facebook que la mortandad no era equivalente a la catástrofe económica que estábamos viviendo. “Que unas cuantas vidas no eran la excusa para detener la hacienda internacional”. Y es acá donde la ruleta rusa entra en juego. En esta metáfora el arma tiene en el tambor una bala útil y el resto está vacío. Si la señora en cuestión, de 58 años, estuviera obligada sí o sí a jugar el juego con su familia ¿se apuntaría a la cabeza y jalaría del gatillo? Con suerte le toca la bala y confirma, de paso, que en este juego de porcentajes su vida tampoco era significativa para continuar con el otro juego. El de la economía mundial.