Soy asesora certificada en lactancia materna. Constantemente estoy en contacto con madres que desean amamantar o darle fin a sus lactancias.
Así mismo me enfrento con comentarios desafortunados del proceso personal de cada una. “Mi esposo quiere que destete” aseguran algunas madres que no desean dejar de amamantar a sus hijos, más bien la petición viene de la pareja.
No emito juicios, simplemente doy información porque esa es mi labor. El deseo debe venir de ella o del niño, los dos involucrados en el acto de amamantar ¿no?
Someter a una mujer a un proceso para la que no está preparada sería forzar una etapa y limitar parte de su sexualidad. Sí, la lactancia materna forma parte de la sexualidad femenina, decirle a la madre que no amamante es como decirle que no tenga un hijo o que evite menstruar.
Las presiones vienen de todas partes, algunas que comienzan la aventura de amamantar a demanda y sin horarios, como manda la regla, se enfrentan a los celos enfermizos de algunas de sus parejas: “No muestres los pechos en público”.
El mensaje que es vergonzoso amamantar en público viene del entorno. Por qué no se le pregunta ¿Cómo te sientes amamantado en público?, y si la madre le da pena pueden hacer uso de diferentes estrategias para taparse sin dejar de alimentar a su hijo.
A las madres que les da vergüenza, constantemente las animo a que descubran en sus lactancias la parte más emotiva de su cuerpo. No se trata de exhibirlos, se trata de alimentar y dar amor en un mismo acto.
El papel del padre es importante en un proceso de lactancia, jamás lo haría de menos. Son la voz enérgica que solicita tiempo para la madre, es muchas veces también el que anima a la madre a seguir adelante. Es la mano amiga que carga al bebé mientras la madre descansa, porque dar el pecho suele ser muy cansado.