El pasado miércoles 30 de mayo, Daniel Ortega terminó de perder por completo la pizca de humanidad que quedaba en su interior. Dirigió un ataque a una manifestación encabezada por las madres de las víctimas del combate contra la represión que ha estado sucediendo desde abril. Madres que con el dolor de su corazón han venido a perder a sus hijos en manos del Frente Sandinista y Daniel Ortega, quién con el afán de permanecer en el poder, ha sobrepasado los límites de lo que es cuerdo, racional y justo.
Hubo numerosos disparos en contra de una manifestación desarmada, que resultaron en 15 muertos y 79 heridos. Esto ha venido a romper toda la posibilidad del diálogo, ya que para que exista uno ambas partes deben estar en las mismas condiciones, tener las mismas oportunidades y mientras el pueblo nicaragüense sea reprimido, asesinado y privado de su derecho de libre expresión, se encontrará en desventaja. Lo irónico es que Ortega pretende que el diálogo se lleve a cabo la semana entrante, para otorgar algunas concesiones mientras el pueda permanecer en el poder hasta el 2021. ¿Concesiones? Suena como si el presidente/dictador de Nicaragua quisiera “hacerles un favor” a los pobladores. Una persona que ha perdido ya la noción de lo que es la escucha.
Hace pocas semanas hablábamos de cómo los nicaragüenses dejaron ir su democracia, en manos de un hombre que cada vez se mostraba más orientado a destruirla. Esta semana, se confirma la temible teoría de que la resolución de este conflicto no será consecuencia de un diálogo pacífico. Cuando la marcha pacífica fue recibida por ráfagas de disparos, el mismo día que hubo ataques contra medios de comunicación de radio y televisión, como la seña de que ahora lo que se dice definitivamente está ligado a la posibilidad de sobrevivir. Las palabras no son libres y lo que predomina es el miedo. Ortega se rehúsa a dejar el poder y nos demuestra que lo defenderá violentamente sin restricción alguna. Sin tenerle siquiera el mínimo respeto a las mujeres que han sentido el dolor más grande que alguien puede tener en la vida, el de perder un hijo.
Cada día vemos más noticias de este tipo y podemos observar que Nicaragua se encuentra en una época oscura y teniendo la facultad de verlo desde afuera, es necesario que sigamos divulgando la verdad de lo que sucede dentro de esta nación, pues en donde no funcionan las leyes la única esperanza es la presión e intervención externa. Ojalá que este hombre que ha perdido la razón de su humanidad sienta que debe dejar ir su poder, para poder detener la cuenta de las muertes.
¿Cuál es el límite, Ortega? ¿Cuántas muertes más?