Por Jorge Alvarado.
El coronavirus ha marcado ya un hito a nivel mundial, uno de los detonantes es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya declarado al COVID-19 como pandemia mundial desde que inició su brote. No es para menos, pues en china se han confirmado al menos 80 mil casos y al menos 3 mil muertes, luego le sigue Italia con al menos 15 mil casos confirmados y más de mil fallecidos. Estos dos países tienen la mayor incidencia tanto de casos como de muertes.
En realidad este tipo de enfermedades que son un misterio, pese a lo que cualquiera pueda decir, todo esto no deja de tener un tinte extraño, lleno de misterio, de preguntas sin respuestas y con una angustia llena de incertidumbre y de zozobra.
La OMS ha declarado ya en cinco oportunidades alerta de emergencia de salud pública de importancia internacional. En 2009 fue el H1N1, en 2014 y 2019 los brotes del Ébola situándose su mayor auge en países africanos como la República Democrática del Congo, así como en 2014 la polio y también en 2016 fue el virus de zika.
Ahora bien, con respecto al coronavirus ha sido algo especial, pues ha desatado la histeria colectiva en muchos países, generando un pánico que tiene como consecuencias no intencionadas una serie de actitudes y comportamientos muy fuertes. El abarrotamiento de supermercados y tiendas, resultado de la especulación del temor a la escasez en productos básicos de primera necesidad, sanitarios, artículos de limpieza como desinfectantes y un alza desmedida de los precios en los productos derivados de infundir el miedo en las personas.
La histeria colectiva que ha desatado el COVID-19 se ha traducido en imágenes fuertes como el de los supermercados atiborrados de personas comprando todo tipo de productos, como preparándose para el fin del mundo. Las imágenes difundidas en redes sociales son parecidas a las del fenómeno mercadológico en Estados Unidos conocido como el “Black Friday” donde la gente les arrebata a otras personas los productos de las manos e incluso se pelean a los puños por llevarse un producto. En China se ha visto cómo de las estaciones de los metros policías han sacado a golpes y con exceso de fuerza a personas que podrían estar contagiadas de coronavirus.
Esto no significa que no se tengan que tomar precauciones en todos los países ante esta pandemia, pero queda al descubierto que el efecto psicológico en las personas es el de un temor muchas veces infundado por la desinformación, el que causa un impacto devastador en las sociedades que al activar su instinto de sobrevivencia genera una crisis de magnitudes históricas.
Es importante que tomemos con calma lo que está sucediendo, pero no con pasividad, en este caso es mejor tratar de mantener el control para no atemorizar a los niños u a otras personas vulnerables. Y es que la especulación de la que hablamos ha estado a punto de hacer quebrar bancos, como cuando alguien difunde un rumor de algún banco y las personas van a sacar inmediatamente su dinero y en muchas ocasiones la crisis fue generada sin fundamento alguno.
La amenaza del coronavirus es real y la propagación del COVID-19 es innegable y totalmente inminente por todos los continentes. Ver calles turísticas vacías en Europa, ver que Estados Unidos restringe el ingreso y sus actividades importantes en temas de deportes, comercio, culturales, entre otros es un anuncio que algo grave está pasando en este mundo al que muchas veces rechazamos y no valoramos la alegría de vivir y de poder levantarnos cada día.