La gente tiene una necesidad insaciable de contar su historia. Para mi esto es un hecho. Reservados o no, introvertidos o extrovertidos, todos quieren contarle su historia a alguien más. Ya sea una persona cercana o algún extraño, la obligación de comunicar nuestro pasado está allí.
Píensenlo: ¿Cuándo fue la última vez que sintieron que tenían que contarle algo de ustedes a otra persona? ¿Ayer? ¿Hoy? ¿Hace un mes?
Siempre, o al menos desde hace un buen tiempo, he sabido que una de mis alegrías más grandes es contar historias. Ajenas o propias, reales o ficticias por dos razones. La primera, y que ya había descubierto hace mucho, es por la reacción del receptor de mi mensaje. No tiene precio imaginarme el rostro del lector de mis escritos, o las expresiones que hace aquella persona a la que le estoy narrando algo. La segunda, responde a esa necesidad que como seres sociales tenemos que saciar: expresarnos.
Puede que suene obvio, pero a mi me caló esto ayer, cuando regresaba de una cobertura periodística en un Uber. No es la primera vez que me transporto utilizando este sistema y siempre que lo uso suelo tener conversaciones interesantes con los conductores. Es más, recuerdo que escribí un artículo hace un par de meses sobre las conversaciones interesantes que surgen cuando vas en Uber, siendo conducido por un completo extraño.
Para este viaje, iba acompañado de un colega. Los tres platicamos durante los veinte minutos que duró el viaje. El conductor nos contó de su vida en Estados Unidos, sus dos matrimonios fallidos, una peculiar definición del amor y de la amistad, nos dio una decena de pésimos consejos para vivir la juventud y nos contó un par de chistes. Luego de dejarnos y despedirse de nosotros, mi colega me dijo una de las frases más ciertas que he escuchado: “¿Te das cuenta cómo la gente pareciera tener esa necesidad de contarle su historia a alguien?”.
Es cierto. Aquel conductor tenía que desahogarse con un par de extraños. Yo soy más de contarlo a personas cercanas. Sea como sea, revelar nuestro pasado a quién sea por el medio que sea es una característica tan humana que jamás se perderá. Contar historias. Ese día crucé las puertas de la oficina convencido de que, mientras sea escribiendo historias, viviré feliz.