Reconozco que el título de mi relato puede hacerles creer, queridos lectores, que voy a escribir sobre el difunto y su legado. Y quizás, aunque no es la razón de mis disquisiciones de hoy, sí lo hago, al menos un poquito y de soslayo. Al recorrer las redes sociales me topé con una infinidad de memes concernientes a una fotografía que, hace unas tres décadas, les tomaron a Rocío Dúrcal, Juan Gabriel, Camilo Sesto y del último superviviente del grupo de talentos, José José. Chistes, de mal gusto, que giran en torno al abuso de las drogas y el alcohol, que han redundado en la larga vida del “príncipe de la canción”. Pensamiento que me llevó a colegir la crueldad implícita de cada publicación.
Al hacer zapping en el dial de mi radio permanecí varado, debido a una maniobra automovilística, en una radio que estaba pasando una canción de reguetón. Me quedé hipnotizado, los españoles dirían, flipado. La letra de la composición era una oda sexista llena de denigración a la mujer, la cual era celebrada por la locutora de la emisora, como “lo máximo” de la música bailable. Entre tantas “rolonas”, la propia Jennifer López, cantaba que “nunca había sentido algo tan grande”. Y si esta es la cantante culta, imagínense el contenido de las demás.
Seguí mi camino y continué pasando estaciones hasta que me topé con una canción de Vicky Carr. En ella cantaba sobre un pájaro herido, que estaba de luto, y caí en cuenta que, a diferencia de las piezas de la otra estación, la letra era una poseía al amor perdido y a la soledad. Sublime en su interpretación y profunda en cuanto al mensaje, la balada me hizo pensar en todos los cantautores cuyas letras están cargadas de nostalgias, sentimientos puros y mensajes esperanzadores (o no). En intérpretes que, como Julio Iglesias, Angélica María, Daniela Romo, Ricardo Arjona o la encendida de Yuri, han legado al futuro en decenas de nostálgicas canciones.
No me espanta el reguetón. Tiene algo de tribal que incita al baile, sexo y a la evasión. De hecho, no se necesita una mente cultivada para entender sus contenidos. Hace algunos años, mi generación vivió el preámbulo de esta corriente, que bailamos hasta de cabeza, en piezas como Qué será lo que quiere el negro, No te metas con mi cucu, Tápame que tengo frío o, en las fiestas bufas, El cubanito. Sin embargo, en comparación con las baladas de “mamá”, como ponían en los memes relativos a la muerte de Camilo Sesto, había algo que podía llevarnos “a las puertas del cielo”. Canciones cuyos contenidos pueden percibirse como un elíxir embriagante al corazón.