La hacker nos confirma que podemos ingresar a la bóveda—“Bebés, tienen 5 minutos para extraer el tesoro de Jimmy Morales”.
Mi cuate me susurra “Mirá, idiota, no vayás a hacer nada imprudente. Solo encargate de humedecer tus dedos y así abrir estas bolsas para que guardemos los objetos valiosos. Le rogué al jefe que te incluyera en este trabajo, así que mi culo está en juego”. “Relax, bróder. No te decepcionaré esta vez” le aseguro.
“Recuerden las piezas que encargó el jefe” recalca el líder del grupo, “Los Macallan Ruby, los shampús, las pastillas refrescantes de menta… Chavos, si hacemos bien esto seremos ricos” anuncia.
Me acerco a unos lentes sobre un pedestal. Mi cuate balbucea “Qué estás haciendo, imbécil. El jefe nos advirtió que no nos acercáramos a los lentes de 67 mil quetzales”. “Fresco, papá” intento tranquilizarlo, sosteniendo ya los anteojos en mis manos, “Quería verlos por chingar. Solo son lentes normales pero chileros” (me los pongo) “Asanigua si llego con estos la Glendy se cag… OOOH”.
Soy transportado a otra realidad. Lejos oigo gritos de “ARRANCALE LOS LENTES” “NO PUEDO” “AHORA QUÉ HIZO ESE TARADO” “QUEDAN 23 SEGUNDOS PARA SALIR DE LA BÓVEDA… 22… 21”. Trato de reaccionar pero estoy en un lugar distinto habitando un cuerpo distinto.
Porto una banda que dice “Presidente de Guatemala”. Estoy en la ONU. Un príncipe árabe discute con Benjamin Netanyahu. Me paro en el escenario y sale Sammy Morales disfrazado de un “Harmano”—yo estoy disfrazado de Aristónteles—. Elaboramos un sketch que inspira a todos a resolver sus diferencias.
Benjamin Netanyahu se acerca y me dice “En agradecimiento por solucionar el conflicto árabe-israelí, quiero presentarte a alguien muy especial”. Viajamos en su jet y luego me conduce hasta una cueva en donde hay un hombre sentado. “Ve con él, Jimmy” me invita, “Es Jesús”. “Hola, Jimmy, me contaron lo que hiciste y quiero concederte 3 deseos” me dice Jesús.
Bajamos del avión en Guatemala. Me reciben con desfiles militares y adornos patrios que nadie destruye. Saludo de beso en la boca a mi esposa, quien ha tomado posesión del cuerpo de Massiel Carrillo.
Jesús y yo visitamos a Iván Velásquez y este le dice “Escucha, Iván Velásquez. Yo soy Jesucristo de Nazaret y te ordeno que dejes de inmiscuirte en los asuntos de Guatemala”. Él le promete a Jesús que no va a molestarme más y solo se dedicará a investigar el caso de los ladrones de toallas en el Turicentro Rocarena.
Finalmente, flotando sobre los cielos conmigo en brazos, el Cordero de Dios arroja bolas de fuego destruyendo un muro de manglares entre Belice y Guatemala. Cristo Rey pulveriza una segunda muralla beliceña, esta hecha de cocos. 11 paredones más son desintegrados desde los aires por El León de Judá. “Listo, Jimmy, ya no quedan fronteras. Guatemala ha recuperado Belice. Mi trabajo aquí está hecho. Ya sabes dónde encontrarme”.
Me despido de Jesús y respiro la rica brisa caribeña del departamento de Belice. Nunca había sentido algo tan real.