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Las parejas y su universo. Relaciones sólidas o precarias. Monsanto nos habla del amor y sus aristas.

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AMOR… TE ODIO. Por Guillermo Monsanto

En la convivencia maritales nada está escrito. Cada quien aprende a cohabitar con su pareja desarrollando infinidad de lazos que, en la mayoría de los casos, suman al vínculo. Hay matrimonios que duran toda una vida. Desde parejas que han estado unidas por setenta años, más o menos hasta que la vida lo permita, a otras que, al poco tiempo de casados, deciden separarse por incompatibilidad de personalidades. Ambos extremos germinan de experiencias diversas.

Los matrimonios sólidos alimentan la confianza del uno en el otro. Saber que se cuenta con alguien incondicionalmente cimenta raíces capaces de mantener en pie su relación ante las adversidades más catastróficas. Siempre es sano un ambiente de libertad porque cada individuo es un universo propio que necesita su yo, su intimidad, para poder desplegarse plenamente en la vida. La compañía, el sexo, las aventuras, lecturas, amistades y otras experiencias, le dan sustento a esa asociación de corazones que alcanzan su mejor diálogo en la natural evolución como pareja.

Hay parejas que consiguen equilibrios precarios. La crítica constante, la burla, el desmérito de las acciones, golpean la integridad del lazo. Las palabras vienen y van. Del “estás panzona” al “pelón inútil vení para acá” pueden surgir males qué más adelante terminarán con la sana estabilidad en el trato. Muchos alimentan la guasa en las fiestas, burlándose de sus consortes. Y van sumando cuando se mofan y le restan importancia a sus depresiones, miedos y debilidades.

En otra canasta están los infieles, habidos de experiencias y cubrir las necesidades que “no encuentran dentro de la casa”. Las aplicaciones para sexo casual, no detectables en los dispositivos móviles, abundan. La gente de cierta edad se quedaría con la boca abierta de la cantidad de personas que las utilizan y que identifican con quién tener un revolcón “sin consecuencias” a 1, 10, 25, 100 o más metros de donde se localicen en ese momento. Las salidas sorpresivas a tomar café con mis “compañeras” (o “compañeros”) sin nombre identificable, bien podría ser la puerta para consuetudinarios encuentros sexuales con un abanico indefinido de personas. Las aplicaciones incluyen gustos, medidas, fetiches y fantasías a cumplir; grupales o no ¡Qué tal! Si el celular de la pareja cambia de clave con demasiada frecuencia es por algo. De todas maneras, es mejor no tocarlo ¿Para qué?

Cómo saber cuándo llegó el momento de darse por vencidos o seguir luchando. Es difícil de responder. Dos personas que se aman, sinceramente, también poseen una amistad compacta que pesa en el balance de las acciones. El diálogo, la búsqueda de la resolución de las aristas, se logrará a partir de ese sentimiento de amistad. El amor pasional, tarde o temprano se trasforma. Es allí cuando lo físico toma un segundo plano y lo espiritual se alimenta de otros contenidos. Hay que encender las alertas cuando alguien con quien se está saliendo diga “puedo amarte, pero nunca podré ser tu amigo o amiga”. Eso terminará, cuando se tuerza el camino, en un rencor de proporciones inconmensurables. El odio, conviene recordarlo, es una forma retorcida de amar. 

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