La tecnología y la era del Internet nos ha entregado dos grandes armas: Google y las redes sociales. Nos facilita la vida de una manera que jamás imaginamos, si tenemos alguna duda vamos a consultar a San Google o si no preguntamos en Facebook si alguien tiene la respuesta alguno de nuestros problemas. La información que buscamos esta a un click. Pero esto es un arma de doble filo, hay demasiada información y muchas veces nos venden unicornios. Esto pasa especialmente en temas de nutrición y salud. Todos son expertos, pero muchas veces el contenido que comparten no está comprobado o estudiado científicamente. Ese es el caso de el aceite de coco.
La primera vez que conocí el aceite de coco fue en los años 80 cuando solíamos ir mucho con mi familia. Recuerdo que mis hermanas se bañaban de pies a cabeza con el aceite que compraban en Livingston con el deseo de lograr el bronceado caribeño, color “caramelo tentación” diría un amigo. Y tengo muy presente las primeras veces que comí Tapado y mariscos preparados con ese aceite, un sabor imperdible e inolvidable a coco. Luego en los 90 también viene a mi mente oír que las grasas saturadas eran malas para el corazón y de ser posible no había que consumir nada de grasa. Entonces a que horas se puso de moda el aceite de coco y que relación guarda con la salud, negativa o positivamente.
Aceite de coco – publicidad vs. realidad
Los promotores del aceite de coco argumentan que este es un ingrediente casi milagroso que lo cura todo, algo así como el Windex que usaba el papa de la protagonista de la película de “Mi Gran Boda Gitana”. Piel mas hidratada, baja de peso, estimula el sistema inmune, fortalece el cabello, por mencionar algunos. Quienes aplauden al aceite de coco se refieren a el como un alimento saludable, pero si observamos su composición podemos ver un poco más de lo que la publicidad nos dice.
El aceite de coco es 90% grasa saturada, contiene un mayor porcentaje que la mantequilla (64% grasa saturada), grasa de carne vacuna (40%) e incluso que la manteca (también 40%). La grasa saturada es la que los médicos y nutricionistas decimos que no es bueno su consumo en altas cantidades, pues tiene como resultado que el colesterol “malo” LDL suba y esto incrementa el riesgo de enfermedades del corazón.
Sin embargo, varios estudios han referido que así como aumenta el colesterol “malo”, también ejerce el mismo efecto con el colesterol “bueno” HDL. Esto se debe a que el aceite de coco esta compuesto en parte por Acido láurico, un ácido graso al que atribuyen los efectos que regulan el colesterol en la sangre, pero se necesitan mas estudios para determinar cual es el impacto de su consumo en la salud y funcionamiento del corazón y arterias de los consumidores.
Se le atribuye propiedades antibacterianas por este mismo acido graso, pero la evidencia científica no es concluyente y a diferencia de otros tipos de aceite, éste no provee vitaminas ni antioxidantes como los que se encuentran en el aceite de oliva.
Nada con exceso, todo con medida
Como la mayoría de los temas científicos, se debe de utilizar criterio y en este caso yo lo que recomiendo si desea utilizar aceite de coco para su consumo, es una buena opción para cocinar por ser una grasa estable a altas temperaturas. Si lo que deseo es agregar antioxidantes a mi dieta, major consumo aceite de oliva crudo, PERO la clave en ambos es la cantidad en la que se usa. Una cucharada de aceite de oliva o de aceite de coco aportan 12 gramos de aceite y ahora saben que el aceite de coco es 90% grasa saturada. El aceite de coco si se relaciona con mejorar niveles del colesterol bueno, pero esto se logra si el consumo es en pequeñas cantidades, de lo contrario se vuelve un problema para la salud. Se recomienda un máximo de 30 gramos de grasa saturada al día.