“Quiero ser un profesional”.
A 205 kilómetros de la ciudad capital se encuentra Olopa, un municipio del departamento de Chiquimula.
Entre las calles los niños solían salir a pasear, unos con mochila en mano se dirigían a su centro de estudio, mientras otros el destino los llevó a trabajar a temprana edad.
En las últimas semanas se ha hablado de un pequeño personaje que decidió salir a la calle para ayudar a la economía de su familia.
A Carlos España García, de 9 años, le gusta los leones y comenta que cuando sea grande quiere ser un profesional. El menor recorría las calles del área urbana de Olopa con su bicicleta azul. Por hacer los mandados cobraba Q2. El dinero que recaudaba lo estaba ahorrando para comprar ropa y otras cosas.
“Allí viene el niño de los mandados”, decían los transeúntes. Cada día, Carlos era más conocido y llegaba a ganar hasta Q45 al día.
Hoy, Carlitos, como le dicen de cariño, cuenta a Relato.gt que dejó de hacer mandados y se quedó solo realizando las tareas de la escuela adentro de casa. “Hacía mandados, pero ahora ya no porque vino la PGN y me dijo que no saliera”. “Vinieron a mi casa y luego se fueron”.
“Yo quería seguir trabajando”.
Su horario de “trabajo” era de 7:00 a.m. a 5:00 p.m. Con sus pequeñas y delgadas piernas, se mantenía durante el día bicicleteando con su “cicle” como él le llama. “Ahorita estoy estudiando en la casa, por el teléfono me mandan las tareas y estoy cursando tercero primaria”.
Carlitos dice que es el mediano de tres hermanos. “Somos tres, uno más grande, yo y el otro chiquito”.
Muchos deben preguntarse ¿cómo Carlitos empezó a realizar mandados? Con la peculiar voz de un niño cuando cuenta una anécdota, comenta: “Una muchacha me regaló un frijolito (teléfono) para que me llamaran para hacer los mandados”.
“Yo quiero ser un profesional, quiero trabajar”.
Desde verduras hasta comida, Carlitos salía contento todos los días a trabajar, para luego regresar a su casa a almorzar y continuar con su “travesura”. Hoy, el niño ve el fruto de su esfuerzo, que a veces sus pequeñas piernas ya no le daban para seguir pedaleando. “Compré un celular nuevo con el dinero que junté al hacer mandados. El otro lo tengo guardado”.
Carlitos se volvió famoso en las redes sociales, pero por ahora debe quedarse resguardado junto a sus hermanos en casa, mientras su mamá sale a trabajar y la pandemia termina. “Después de terminar las tareas me gusta jugar bicicleta”.
Hoy, los pobladores extrañan a Carlitos y su bicicleta azul rondando por Olopa, pero saben que es menor de edad y no debe estar trabajando, menos durante una pandemia.
Esta es la historia de Carlitos, el niño de la bicicleta azul.