Un camino lleno de silencio y parcialmente liberado en su calle principal para que las fuerzas de socorro consiguieran ingresar a los restos de la casa. Sin embargo, hoy solo cenizas y algunas familias son las que permanecen en San Miguel Los Lotes.
Cerca del mediodía, las personas comienzan a llegar para recorrer la zona cero, casi como si fuera un sitio turístico. Mientras, otros observan con cuidado el caminar de los desconocidos. Élmer, por ejemplo, levantó una nueva casa a partir de láminas, justo encima del terreno donde solía estar su hogar. Ahora, sin vecinos y con un paisaje diferente donde predominan los tonos de gris que conserva la ceniza y las moscas que vuelan por todas partes, se ha convertido en la nueva vida de él; su esposa, Raquel, y su hija de 4 años.
Dejaron todo lo que les ofreció el gobierno, hogar, comida, un sueldo y comodidad, con tal de poder encontrar a alguno de los 35 miembros de la familia que no aparecen desde la catastrófica erupción y reconstruir su hogar en el terreno donde solía haber una vivienda.
Una rutina dedicada a la búsqueda
Cada tiempo libre que tiene Élmer, quien solía vivir junto a toda su familia y quien perdió todo durante la erupción, se dedica a utilizar una pala para encontrar los restos de algún familiar bajo las toneladas de piedras, arena y restos de casas que predominan en el horizonte.
“Todos tienen sus propios terrenos y a veces miro a otros de los vecinos que vienen solo con sus palas para poder buscar lo que quedó de sus pertenencias en sus viviendas, o pasan el día buscando a sus seres queridos como yo”, afirma Élmer. Mientras, debe pasar los obstáculos que dejó la catástrofe. Pedazos de hormigón, hierros que atraviesan la arena y los recuerdos de cientos de personas como fotos, juguetes destruidos y vehículos, que son solo partes desarmadas que dejaron las visitas de los saqueadores.
“Justo frente a la carretera, cuando algunos vienen en carro, aprovechan muchos a asaltar a los pilotos. Otros entran a los restos de algunas casas y buscan qué pueden llevarse. Yo sé que aún queda una vida entera bajo el suelo y no quiero que me la quiten”, expuso Élmer.
Las fiestas les recuerdan los que faltan
Han pasado seis meses desde la catástrofe, la cual, para quienes sufrieron toda la magnitud de la erupción, no ha sido superada. “Mi familia estaba conformada por más de 50 personas y casi todos vivíamos en la misma cuadra, pero salimos los que pudimos. Es difícil tener que pensar que tantos seres queridos ya no están. Trato de no ver las redes sociales porque me recuerdan los horrores que tuve que ver y escapar”, refiere Élmer.
Las fiestas de Navidad y año nuevo no hicieron más que recordarle a Élmer que detrás de toda la tristeza de perder su hogar y sus pertenencias, perdió a la gran mayoría de su familia en cuestión de horas. “Antes, esta época la vivíamos todos juntos. Comíamos tamales y bebíamos ponche en casa de mi abuela, a unas cuantas calles de mi casa. Ahora que pasamos las fiestas viendo todo lo que dejó la erupción, es imposible no sentirse triste y recordar a todos”, relata.
Élmer también afirma que prefiere quedarse en el lugar, por los constantes rumores sobre las intenciones de construir sobre San Miguel Los Lotes y ellos puedan perder sus terrenos. “Muchos dicen que el gobierno se quiere robar nuestros terrenos para poder vender arena, reconstruir y, los que perdimos todo, dejarnos en las casas para damnificados (Albergues de Transición Unifamiliares)”, manifiesta.
Élmer es solo una de varias personas que aún viven y visitan San Miguel Los Lotes, donde el fin de seguir en un lugar donde solo queda sufrimiento es dar un descanso decente a sus familiares que no lograron escapar.