La relación entra Ana María y su primogénito, José Ignacio, no atravesaba su mejor momento. De a poco, las citas con la maestra en el monitor, habían zanjeado la convivencia. “Levántate, alístate, vístete, come rápido y quédate quieto”, se convirtieron en los vocablos mas repetidos durante las mañanas en la casa. “Ya no puedo más, y la que peor lo ha llevado es mi relación con mi hijo”, reniega Ana María.
Siete meses de tensas discusiones y regaños a toda hora, alejaron a madre e hijo. Su dinámica se convirtió en un estira y encoge, una lucha de poder y dominación entre la treintañera y el pequeño de 5 años. “Sabe, el me reta, me trata de llevar al limite para ver cuanto aguanto y la verdad ya no quiero que mi relación con mi hijo sea esta”, se lamenta Ana María.
Las vacaciones de fin de año trajeron a la familia un bien merecido receso. Los regaños quedaron atrás y por un par de meses la dinámica familiar fue otra. “No hay nada mejor que abrazar a mis hijos en la mañana y verlos despertar entre mis brazos”, asiente. Pero la amenaza del comienzo de clases incomodaba la paz de Ana María. Ella sentía que esa oscura dinámica y la relación fragmentada con José Ignacio, pronto volverían.
Entre la paz que daban las vacaciones y los aires navideños, una mañana el mensaje de WhatsApp le dio la buena idea. “Mucha, pilas que se están acabando las maestras, acá va la lista de algunas que todavía pueden y sus contactos”. Aunque confuso, el breve texto la empujó a buscar a inmediatamente a Natalia B.
Diana Brown, directora ejecutiva de la Asociación de Colegios Privados de Guatemala (ACP), asegura que ha escuchado de maestras de pre primaria que están apoyando a las mamás en este tema. “Es bueno que busquen estos apoyos, sobre todo cuando tienen más de un niño en casa”, asegura Brown. Sobre la cantidad que se debería de pagar por este servicio, la directora asegura que dependerá de las capacidades de la maestra.
“Una maestra recién graduada, con poca experiencia no puede costar lo mismo que una con más años de trabajo, pero la verdad es que todo depende de la capacidad económica de las familias”, Diana Brown.
Natalia era una de las pocas maestras del grupo de 43 educadoras que todavía no había sido contratada. Ella, quien dos años atrás volvió de Italia de estudiar pedagogía, era una de las mas queridas por los niños y de las mejor cotizadas por los padres. “Son Q200 la hora y trabajo de 7am al medio día”, le respondió.
“La verdad es que es mucho dinero, pero créame que el desgaste emocional y mi relación con mi hijo no tienen precio”, Ana María.
Los Q1 mil diarios, durante dos días a la semana, contrastaban con su sueldo de Q7 mil que recibía en el colegio que recién dejaba para dedicarse a la educación en casa. Allí la jornada comenzaba a las 6:30 de la mañana y terminaba a la 1 de la tarde, con 20 niños y 35 minutos para almorzar. Y aunque llevaba dos años trabajando para el colegio, el beneficio económico y la situación de la pandemia, no le hizo dudar en su decisión.
Mientras tanto, en el chat de las mamás, las ofertas para quedarse con un par de días de apoyo de las maestras seguían subiendo. De Q200 la hora, comenzaron a subir de Q50 en Q50. Las desesperadas madres no median sus dedos. “Le ofrezco Q300 la hora por dos días a la semana”, “Q400 por uno, pero si necesito al menos eso, por favor”, hasta que la cifra llegó al tope, Q500 la hora.
Pero Natalia, ya había quedado, y el cariño por José Ignacio compensaba. “Mire, estoy dos días con Nacho y tengo otros tres donde gano Q1 mil al día, así que todo está bien”. Natty, como le llama su alumno de martes y jueves, llega a las 6:30, alista el área de trabajo.
“Llégo, lo recibo ya bañado y a veces desayuno con él para luego comenzar las clases”, Natalia B.
Con los pequeñitos lo más difícil es lograr que se sienten y pongan atención al monitor. “Se distraen fácil y si no tienen supervisión constante, muy probablemente se pongan hacer otra cosa y no lo que les piden las maestras”, asiente la educadora.
El trabajo de Natalia consiste en asegurarse que José Ignacio reciba las clases completas, que asimile el contenido y luego hacer deberes con el niño. “A mi esos dos días que ella viene me sirven para cuidar a mi otra hija, Valentina de 3 años”, asegura Ana María. Pues la educación de la menor está basada mas en juegos y pintar que la del mayor, donde la participación en actividades de grupo es más importante.
“La chiquita pinta y juega, pero el grande si tiene que poner atención y responder preguntas y hacer deberes después de clases”, asegura la madre. Y es por eso que la presencia de Natalia es importante para aliviar la carga semanal de trabajo de Ana María.
Natalia, junto a varias educadoras, han encontrado en el trabajo de tutoras en casa una mejor forma de generar ingresos y cuidarse de los contagios. “Mire, el tema implica llegar a las casas de las familias todos los días, pero la atención que se le puede dar a los niños es mejor cuando es personalizada, se aprovecha mejor el tiempo”, sostiene.
A decir de Brown, esta situación se alargará por más tiempo y se deben tomar medidas para enfrentarla. “Considero que se debe ir capacitando a los papás, para que comprendan que cada actividad tiene un fondo pedagógico que contribuye al desarrollo del niño, y así poder enfrentar mejor la educación a distancia”.
Se debe capacitar a los padres de familia para que comprendan las dinámicas y su función, y con esto vendrá un poco mas de paciencia”. Diana Brown.
Aunque un eventual regreso a clases presenciales, puede arruinar la dinámica de trabajo de Natalia, habrá muchos padres que se abstengan de enviarlos al colegio. “Tengo algunos que ya me han pedido que trabaje el resto del año con sus hijos, pues de ninguna manera piensan enviarlos de vuelta al colegio”. Y aunque la demanda por sus servicios disminuya, es en este momento que las “tutoras” reciben el reconocimiento y compensación por educar a niños durante la segunda ola de COVID-19.