Su padre le enseñó a beber desde pequeño y ahora, a sus 14 años, ha sido capturado dos veces
A Óscar, su padre le enseñó a beber desde que era niño.
Apenas tiene 14 años, pero más de la mitad de su vida la ha pasado en la calle y duerme donde la noche lo encuentre.
Su familia lo abandonó. Lo sacó a la calle y lo condenó a una vida de vagabundo.
Óscar tiene un leve retraso mental.
Y como muchos niños más, él hoy adolescente nació en un hogar donde la pobreza es un impedimento para su crecimiento físico y mental, y donde además la violencia se genera a lo interno de esas casas.
Lo que a él le ocurrió tuvo lugar en Huehuetenango.
Hace un año, Óscar fue sorprendido robándose una manzana en el mercado. Tenía hambre, gritaba en ese entonces, mientras que los vecinos de la localidad, patrulleros principalmente, se fueron encima de él para golpearlo, así como lo hacen cuando linchan a los criminales en las aldeas.
Los golpes en la cabeza y en su escuálido cuerpo fueron motivo para que terminara en la cama de un centro asistencial.
Óscar pedía a gritos que lo disculparan, pero pudo más el enojo de los aldeanos que la clemencia que suplicaba el menor.
Estaba aterrorizado. A sus apenas 13 años, las personas de lugar querían ese día que lo encerraran, por ladrón.
El juez de la localidad decidió que robarse una manzana, por tener hambre, no era motivo suficiente para enviarlo al centro de menores en conflicto con la ley y por ello ordenó que lo metieran a un hogar del Estado.
Óscar pasó un tiempo en ese lugar, de donde logró salir rápidamente.
Hace unas semanas, Óscar fue sorprendido robándose una USB. Otras versiones dicen que era comida, pero lo cierto es que el hambre lo tenía desesperado y tuvo que tomar algo ajeno para buscar la manera de saciarse.
“Otra vez volvió a robar”, comentaban las personas. Pero Óscar, con su voz agitada, aseguró que era porque tenía hambre.
Su padre, un alcohólico que lo indujo a beber desde pequeño y su madre, una mujer sin un recurso para protegerlo, lo abandonaron a su suerte.
La Policía de Huehuetenango lo llevó a un juzgado, donde pasó la noche, solo, abandonado en una banca y con frío.
El juez ordenó enviarlo a un hogar en Quetzaltenango, antes de volverlo a entregar a sus progenitores, donde consideró que sería vulnerado.
Ni el padre ni la madre se acercaron para ver a Óscar.
Fotografía: Misionesonline, voces nuestras, elplural, la neta informa, redes sociales
Fuente: PDH, PGN