La violación sexual a hombres mayores de 18 años es un delito silenciado en el país. El Ministerio Público (MP) registra un promedio anual de 488 casos relacionados a este crimen que ocurren a nivel nacional. Podríamos pensar que los casos son pocos, lo cierto es que el tabú y la vergüenza llevan al hombre violado a no denunciar y la cifra negra es alarmante.
Una de las tantas historias es la de Alejandro, quien fue violado en el 2012 en un bar de Antigua Guatemala. “Estábamos con unas amigas celebrando un cumpleaños, yo era el único hombre del grupo. Recuerdo bien que no deseaba tomar mucho porque quería cuidarlas, así que solo tomé un vodka con jugo de naranja en toda la noche y me atrevo a decir que no tuvo efecto significativo en mí”. A partir de ese momento, Alejandro no tiene más recuerdos, tan solo despertar al día siguiente de la fiesta en el baño del bar con claras señales de haber sido violado”.
El artículo 173 del Código Penal define la violación sexual como “quien con violencia física o psicológica, tenga acceso carnal vía vaginal, anal o bucal con otra persona o le introduzca cualquier parte del cuerpo u objetos por estas vías, u obligue a la otra persona a introducírselos a sí misma”. Hasta 2009, el Código Penal solo reconocía como violación sexual la cometida contra una mujer, ahora ya se reconoce para el hombre. A pesar de ello, cuando decide denunciar una violación sexual, se enfrenta a un sistema que, pese a sus reformas, no contempla igualdad de condiciones para los casos en los que la víctima es un hombre adulto.
Alejandro no recordaba absolutamente nada de la noche anterior y decidió no prestar atención a los signos de violación. “Algo me echaron en el trago a mí y a mis amigas, ninguna persona del grupo recordaba nada. Unos días después, cuando estábamos todos platicando, atamos cabos que fue un grupo de extranjeros los que estaban con nosotros, supuse que ellos me habían drogado”. A partir de entonces, comenzó a tener algunos recuerdos borrosos. “Justo me recuerdo que había unos españoles molestando a mis amigas, también con ellos estaba un irlandés que era gay y me tiraba la onda y yo le decía que no, que me gustaban las mujeres. Solo me acuerdo que acompañé a una amiga al baño y fue lo último que recuerdo”.
El hombre que decide denunciar una violación sexual en el departamento de Guatemala, es atendido bajo el Modelo de Atención Integral (MAI) del Ministerio Público. Es una oficina abierta las 24 horas, todo el año, en el Barrio Gerona, zona 1 capitalina. Al tomarle la denuncia, su caso pasará a Fiscalía de la Mujer. Aquellos denunciantes hombres que no se sienten cohibidos de buscar justicia en una fiscalía para mujeres, se toparán con varios obstáculos. El principal es no poder aportar la información necesaria para identificar al agresor o agresores. Las lagunas mentales y los efectos del alcohol u otra droga suelen ser las causantes de que cuenten los hechos a medias o con diferentes versiones.
Luego de caer en la cuenta de lo que le había sucedido, se sentía frustrado y avergonzado, “pensaba que yo me lo había buscado por andar saliendo. Solo le conté a mi familia que me habían drogado y no quise decirles más. Cosas como esta suceden cuando uno menos lo espera, en especial si eres hombre, ni siquiera lo tomas en cuenta como un peligro”.
Alejandro nunca colocó una denuncia, por vergüenza y porque no sabía cómo funcionaba el proceso. “Y para colmo soy asexual, creo en el amor desde el espectro emocional, sin necesidad que exista un contacto físico, voy más allá de lo sexual”. Por lo anterior, le fue aún más difícil superar esta dura etapa, aunque hoy, luego de varios años lo logró.
Lo cierto es que la mayoría de víctimas se encuentran renuentes a buscar atención médica y psicológica, viven un calvario por el resto de su vida.