*Los sobrevivientes utilizaron seudónimos.
El abuso sexual se define como una actividad sexual entre dos o más personas sin el consentimiento de una de ellas. Comprende la penetración y tocamiento de órganos genitales, así como la exposición forzada a actos sexuales o material pornográfico.
En Guatemala, cada año se reportan muchos casos de abuso. Los sobrevivientes se enfrentan a estigmas, rechazo o temor por sus vidas. Muchos prefieren callar los abusos que sufrieron. Otros, le hacen frente al sufrimiento y ahora, se dedican a ayudar a más personas.
Checha
Todo sucedió cuando tenía 11 años. Su mamá trabajaba hasta muy tarde y lo dejaba con su hermano pequeño. “Hacía todo por mi propia cuenta: ir a estudiar, las tareas, cuidar a mi hermano”, comentó.
Frecuentemente, Checha y una amiga le pedían tareas a una persona que trabajaba en un café Internet cerca de su casa. “Me imagino que este individuo ya me estaba investigando o viendo cómo perjudicarme”, contó. En cierta ocasión, junto con una amiga pidieron una tarea específica, pero el día de la entrega, él llegó solo.
Había bastante gente en el café y Checha pensó que sería rápido. Tenía que regresar a cuidar a su hermano. Pero, la persona le decía que la tarea no estaba lista. Comenzó a tener miedo, eran ya las 19:00 horas. El Internet se quedó vacío y el individuo cerró la puerta y las persianas.
Empezó a mostrarle páginas pornográficas y el miedo se apoderó de él. “Me llevó a un lugar atrás donde había una cama. Me acostó y pensé que si yo no obedecía, me iba a matar”, relató. Esa noche, Checha fue abusado sexualmente.
Durante los próximos años, tomaba los caminos más largos hacia el colegio y de regreso para no pasar por el lugar. Se volvió un joven retraído de pocos amigos. No le gustaba convivir con otras personas y su primer terapeuta no lo entendía. “Mantenía una sensación de culpa. Pensaba que me pude ir, pero el miedo fue muy grande. Pensé que iba a morir”, agregó.
Se guardó el secreto hasta que inició la universidad. Para un hombre, admitir que fue abusado es muy difícil. “Tenía temor de lo que los demás dijeran, que por ser abusado tenía otras tendencias sexuales”, agregó. En cuanto a la pornografía, Checha la considera negativa para la sociedad. “Las películas así me parecen asquerosas”, comentó.
Ahora, Checha tiene 24 años. En 2017, comenzó con terapia grupal en el programa Mi Historia Importa y gracias a su compromiso, ahora es líder de un grupo de ayuda a más sobrevivientes. “Me di cuenta que no estoy solo. Hay personas que han pasado situaciones peores que las mías”, finalizó.
Rosita
Sus padres se separaron cuando ella tenía 9 años. Su mamá se iba por mucho tiempo. Ella y su hermana fueron llevadas a la casa de su tío, que vivía con sus 7 hijos varones. “Mi mamá nos dejaba dinero para la tienda. Iba a la escuela y regresaba a cocinar”, comentó.
En su nueva casa, Rosita comenzó a sufrir abuso de sus primos. “Pareciera como que tuviera una etiqueta que dijera que para eso vine a esta tierra”, agregó, ya que al poco tiempo, sus vecinos y el cuñado de su mamá también la molestaban. Tenía 11 años.
Durante ese tiempo, otro vecino tocaba a su puerta cada noche en busca de alcohol, pero ella sabía que sus intenciones eran otras. Otro, le compartía material pornográfico en bolsas. También fue secuestrada por unos vecinos. “Lo único que querían era divertirse conmigo, querían quitarme la vida”, contó.
Se denunció el secuestro, pero los responsables salieron libres por falta de pruebas. Rosita continuó con su vida como una niña con doble personalidad. “En mi casa era muy obediente, servicial y callada, pero salía a la calle y era otra persona”, relató.
En la diversión que tuvieron, me destruyeron la vida. Pero deseo que estén bien y que no hayan continuado dañando a otras personas. Los perdono.
Se guardó el secreto durante toda su adolescencia por miedo a la reacción de su madre. “Me hubiera gustado tener el apoyo familiar, pero cuando uno no tiene la confianza, no habla”, comentó. Fue hasta que conoció a su esposo que encontró un refugio y alguien con quien conversar.
Pero a veces cree que quizá nunca debió decirle nada a su esposo. “Cuando hemos tenido problemas, me ha dicho lo que piensa realmente. Que yo tuve la culpa, que provoqué la situación, que no me vestía de forma adecuada”, contó. Para ella, también, la pornografía no es normal. “Está fuera de un parámetro natural de lo que es la sexualidad”, agregó.
Se ha dedicado al diseño de vestuario y a cuidar de sus hijos. A sus 58 años, conoció Mi Historia Importa y se comprometió a ayudar a más personas. “Aquí encontré personas que saben cómo es nuestra situación”, mencionó.
El programa
Mi Historia Importa es un programa apoyado por la Misión Internacional de Justicia en Guatemala. Brinda acompañamiento psicológico y terapias grupales a personas que han sido abusadas sexualmente. “Escuchan a otras personas, se sienten comprendidos y seguros”, comentó Ileana Alfaro, psicóloga encargada del proyecto. Han atendido a 125 personas en la primera fase.
El programa está abierto a hombres y mujeres mayores de 18 años. Es gratuito y basta con estar pendientes en redes sociales a las convocatorias a las reuniones de sobrevivientes. Más información: mihistoriaimporta.org
La misión comenzó a trabajar en el país en 2005. Ha atendido más de 379 casos de violencia sexual entre 2005 y 2016 y acompañado el proceso de 279 sentencias condenatorias en casos de delitos sexuales. También capacitó a 74 investigadores de la Policía Nacional Civil en delitos sexuales.
En los últimos 5 años, el Ministerio Público ha investigado y perseguido 47 mil 678 casos por denuncias de violencia sexual. Del total de víctimas, el 10% son hombres y el 90% mujeres. Se calcula que por cada caso denunciado, hay 5 sin denunciar. La cantidad de casos reales superaría los 286 mil en ese mismo período de tiempo.
De enero a de noviembre de 2018, el MP registró 8 mil 442 casos denunciados, de los cuales se contabilizan 9 mil 672 víctimas.
Fotos: Elena Gaytán