Dicen que hablar de política y religión genera momentos incómodos, no sé si en la misma proporción que la menopausia, pero estoy segura a las mujeres el término ya acalora –literal–, incomoda y avergüenza.
A las mujeres nos da clavo pronunciar la palabra menopausia, quizás porque hemos escuchado los prejuicios masculinos que satanizan este proceso y terminan enfrascándolo en sudores y mal humor.
La menopausia es el proceso natural en el que el ciclo menstrual se interrumpe y deja de llegar de manera regular como consecuencia de la desaparición de la ovulación. Su paso puede ser como un huracán que arrasa con lo que encuentra a su paso y a la velocidad que quiere.
Este proceso lo vivimos cada una a su propio ritmo, por eso no se tiene una certeza de cómo y a partir de qué edad llega, aunque claramente los médicos y profesionales han determinado algunos síntomas.
Ponerse a sudar en plena reunión de trabajo y distraerte pensando ¿me eché suficiente desodorante? O perder minutos de sueño tratando de quitar las sábanas para lograr sentirte fresca, pueden sumarse a la rutina. Afortunadamente el clima inestable nos puede servir de excusa perfecta para esconder un poco lo que sentimos.
Utilizando la figura del huracán, se me ocurren todas las advertencias que hacen en las ciudades cuando esos fenómenos naturales se acercan a las poblaciones. Para minimizar el impacto las personas aseguran las ventanas o las puertas de sus hogares, hacen colas en el supermercado para tener las provisiones necesarias o se abastecen de combustible, con esa misma seriedad debemos tomar en cuenta las señales y advertencias que nuestro cuerpo emite.
De la misma manera, toda mujer que ronda los cuarenta y pico, debería acudir a los especialistas en cada área: endocrinólogos, nutricionistas y ginecólogos. Ellos pueden aportar mucho para que el proceso no interrumpa la vida activa que llevas hasta hoy.
Y aunque llegar a la “meno” es un proceso natural, es necesario entenderlo porque puede llegar y estropear un poco la estabilidad emocional de la pareja. Basta ver la cantidad de hombres de cinco décadas que –tras su propia crisis– van a buscar a una de veinte, sabiendo que en su casa tiene una de cuarenta y pico que no sabe cómo manejar sus emociones y la frustración que produce un metabolismo cada vez más lento.
Y no sé qué tan lejos o cerca estás de esta etapa, pero creo que este proceso se antoja para perder la vergüenza. La menopausia puede ser la mejor excusa para despojarnos de los complejos, la pena y el qué dirán. La pena de quedar bien con la gente, pues sus críticas son perennes, la vergüenza de sentirme libre para hacer lo que necesito en el momento oportuno y los complejos que limitan mi espíritu.
¿Qué puede pensar el marido si a estas alturas tomas la iniciativa? Se sorprendería y lo disfrutaría mucho. ¿Qué dirán las vecinas si te destapas un poco para salir a caminar en tu condominio? Al principio quizás se sorprendan, pero es probable que después se unan a tu caminata. ¿Qué dirán tus hijos si a estas alturas decides cumplir un sueño que quedó pendiente? Tus hijos terminarán apoyándote en la medida que te vean feliz.
Entonces ¿qué importa si ya está cerca la menopausia? No, importa, porque es parte de la vida y eso no debe limitarnos, especialmente ahora que hay tantos exámenes que permitirán descubrir detalles de tu estado hormonal y también hay múltiples opciones para elegir un tratamiento adecuado para ti.
Te vas a sorprender cuando tu médico te hable de cómo la terapia con estrógeno es la mejor opción para aliviar los sofocos menopáusicos. Una visita a un buen profesional es necesaria y te va a despejar muchísimo la mente y hasta te va a liberar de ese temor con el que muchas hemos crecido.
Así que la próxima vez que sientas la incomodidad de los calores inesperados, piensa en dejar de posponer la cita con el ginecólogo. Mientras tanto, sigue echándole la culpa al cambio climático.
“Guarda algo de locura para la menopausia”.
Woody Allen