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Las revueltas sociales han comenzado en Italia, mensajes donde se dice “los niños deben comer” y hacen llamados para saquear supermercados inundan las redes en el sur del país. Mientras en Guatemala, muchos están llegando al límite y en los lugares de empeño dejan sus últimos objetos de valor para cubrir sus necesidades.

Silvana trabaja en un negocio donde, quienes necesitan efectivo pueden acudir a solicitarlo a cambio de una prenda. En los últimos días su lugar de trabajo ha visto como los urgidos acuden desde muy temprano, llevando cualquier cosa de la que puedan echar mano. “Vienen a dejar lo que tengan a la mano y esperan conseguir la mayor cantidad de dinero, aunque muchas veces es más el valor sentimental que el económico de las cosas”.

En otro local, de la 6ª. avenida se dan cita comerciantes, amas de casa y cualquiera que tenga algo para dejar como prenda. De dos en dos logran entrar para dejar lo que les reciban. Joyas, electrónicos, ropa, instrumentos musicales, vajillas y cubertería cambiarán de manos mientras dure la crisis.

Rocael llegó a las 9:00 a.m. para hacer la fila. Dejó su venta de hilos cerrada y a sus cuatro hijos en casa, al cuidado de su esposa. En su vivienda, un cuarto en el segundo nivel de la 18 calle, la renta está por vencerse y la comida racionada. Consideró echar mano del televisor, pero su esposa le pidió que no lo hiciera. Pues encerrados y sin TV, la cosa se pondría peor.

“Desde que no llegan clientes, la cosa está fea usted, pero los gastos siguen y los niños ya no tienen qué comer”, Rocael.

Detrás del comerciante, Lucía comenta con Inés lo triste que será dejar los recuerdos de la abuela en una casa de empeño. Dos anillos de oro, coronados por un imperceptible rubí y lo que asemeja una chispa de diamante, son el ajuar que la madre de Lucía le dejó antes de partir. Los estaba guardando para su hija y esperaba que su nieta los recibiera, pero ahora lo más importante es pasar este mal rato, comenta resignada.

“Estoy nerviosa porque me dicen que el oro lo pagan por peso, algo así como a Q70 el gramo”, Lucía.

Tres lugares adelante, Ricardo, un vendedor ambulante espera que su artículo pueda generarle algo de dinero. El tambor que le regaló su padre, quien tenía esperanzas de verlo convertido en músico, se quedará en el local. Llevaba en mente una cifra, Q300 por el instrumento musical. “Pero como dicen que dan el 25 por ciento del valor, no sé si me los vayan a dar”.

La puerta se abre y dos entran a probar suerte. Mientras, Rocael recoge la bolsa de nylon con lo que su esposa le pidió que fuera a empeñar. Un corte completo de 8 varas de largo, que había encargado su compañera para ocasiones especiales, sería la prenda que podría sacar a la familia de esta situación.

Con el pago de dos alquileres, uno por la vivienda y otro por el local, la pieza textil podría servir para pagar los dos compromisos. “El corte vale Q1,500, pero espero que me den unos Q800 para pasar esta semana”, asegura esperanzado el comerciante. De no lograr la cifra prevista, es firme en una cosa, no lo dejaría y lo llevaría a otro local donde le puedan dar más.

Luego de dos horas todo había terminado. Uno a uno fueron saliendo y en sus rostros la resignación de que: aunque no fue buen trato, ahora tiene como pasar estos días. Rocael logró Q450 por el corte, Lucía no quiso decir cuánto, pero sus ojos llorosos delataron que no fue mucho. Y Ricardo apenas y consiguió Q75 por su tambor.

En el otro extremo figuran los pequeños empresarios y esos emprendedores que se aventuraron a un negocio y hoy la suerte no les sonríe. Han ido con Edgardo Flores a pedir dinero. Lanchas, carros, terrenos, joyas o cualquier valor que pueda servir para pagar la planilla o los proveedores.

Edgardo, quien siempre ha mantenido una política de no prestar montos elevados, ha encontrado en esta crisis una nueva oportunidad. “De pronto ha venido gente que ha previsto no lograr cumplir con sus obligaciones de pagos en los próximos días”, asegura.

Dueños de restaurantes, ventas de repuestos, importadores y hasta transportistas llegan a la puerta de Edgardo a pedir ayuda. Hasta esta segunda fase de cuarentena, Flores ha dado ya más de Q1 millón en préstamos a una tasa del 15 por ciento mensual.

Y para cubrirse las espaldas y proteger su inversión, Edgardo ha recibido títulos de propiedad de vehículos, escrituras de casas y joyas. Todos con su respectivo documento legal para garantizar el pago del dinero, o en su defecto el subsiguiente traspaso legal del bien dado en garantía.

Lo cierto del caso es que a muchos guatemaltecos esta crisis les está cambiando la vida. Mientras a unos los está llevando a despedirse de sus tesoros familiares para salir adelante, otros, que aún se aferran a sus sueños de empresa dejan sus bienes para salvar sus negocios. 

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