El auto de alta gama que conduce pronto volverá a la agencia de la estrella de tres picos y de allí saldrá otro. Uno con todas las extras, esas que US$200 mil pagan y que pocos se pueden dar el lujo de tener. De su casa, pues nada que envidiar a esos que vienen de dinero con olor añejo, los que llevan en la piel la estampa de familias cuyas penas no son las cuentas de banco. Y aunque no es uno de ellos, Edgardo Flores sabe vivir a cuerpo de rey de una profesión tan antigua como las sagradas escrituras.
Hace unos 10 meses cambió su código postal, del 01011 pasó a las alturas del 01014. Un penthouse de 650 metros con vista a La Cañada se convirtió en el escaparate donde les muestra a todos “hasta dónde ha llegado”. Quienes no llegan a su casa intuyen que Edgardo tiene “lana”. La sola presencia del Rolex en la muñeca izquierda, los trajes a la medida y un lenguaje corporal repasado le dan aires de cuna de oro. Sin embargo, debajo de las marcas y los finos textiles hay algo de su pasado que se asoma de repente.
Su casa de la zona 11 fue el sueño de sus padres, un contador y una dependiente de tienda, quienes contra toda lógica no pensaban en otra cosa más que salir de la Bethania y poner a sus dos hijos a estudiar en el colegio italiano. “Ellos decían que allí mejoraríamos nuestro roce social, hijos de empresarios o gerentes de empresas”, recuerda Edgardo.
Y tal vez hubiese sido así, pero vivir en la colonia marginal marcó la vida del hoy bien vestido Edgardo. Él quería ser su propio jefe, dar las órdenes y construir su propio futuro y sin saberlo, de la Bethania llevaba consigo una habilidad que lo haría muy rico. De esa vida de vecindario donde no hay secretos, donde una infidelidad se sabe al momento de subirse el zipper y la falta de dinero se lleva puesta sobre la ropa, vendría un modelo de negocio que el segundo libro de las escrituras condenaría.
“De chiquito sabía lo que mis amigos querían y yo lo conseguía para vendérselos, pero también sabía de las penas que pasaban los papás para cubrir los gastos de la casa”. – Edgardo Flores.
Y fue así que desde muy joven, a los 22 años, aproximadamente, comenzó su oficio. Sus pocos ahorros los dio a los papás de un amigo que querían pagar la fiesta de graduación de su hija, Q12 mil para ser exactos, recuerda Edgardo. La condición: un pago mensual del 10 por ciento sobre el monto total hasta cancelar la deuda.
“Se imagina que él hoy ya no es mi amigo y que su papá tampoco me tiene en buena estima, pues tuve que quitarles un terreno que me dieron en garantía por el préstamo”. Edgardo Flores.
Desde entonces, Edgardo lo tuvo muy claro y ahora se ha convertido en el salvavidas de quienes no tienen un buen récord crediticio y disponen de alguna propiedad para empeñar. Las cosas han cambiado en su negocio, sobre todo la tasa de intereses que le cobra a sus “clientes”. Hoy, dependiendo del monto y la garantía, se encuentra en los rangos de 15 o 20 por ciento por cobro de intereses mensuales, pero las fechas de cobro siguen siendo tan puntuales como lo eran hace 20 años.
A los cambios en las tasas de interés también se han sumado otras necesidades. Edgardo ya no anda solo, por lo que un pequeño grupo de seis hombres lo cuida y hace los cobros. “Todo es cuestión de orden y las dos partes ganamos. Ellos resuelven su problema y yo recibo mi dinero”, asegura el agiotista.
Otro de los cambios en el negocio de Edgardo es el perfil de sus usuarios. Ahora no son solo personajes asalariados de colonia, pues entre sus clientes hay emprendedores de negocios que por razones no muy claras no califican para un crédito bancario. Pero asegura que la apuesta fuerte es por las amas de casa que quieren reponer la estufa, la refri o algo de la casa que se arruinó o quedó obsoleto. “Es más seguro darles a las mujeres, son más responsables, generalmente no tienen vicios y cumplen con sus compromisos”, sostiene Edgardo.
“Me vienen a pedir dinero desde dueños de negocios de paca hasta gente que piensa abrir un su local en un gran centro comercial; y si tienen cómo respaldar el préstamo, les doy”. Edgardo.
Para los primeros se ha ideado un plan de préstamos conocido como “gota a gota”, el cual vio en un reportaje de la BBC, donde hablaban sobre cómo el modelo de préstamo colombiano se estaba apoderando de América Latina. Según el reportaje, los grupos colombianos ofrecían préstamos a personas necesitadas y con la promesa de cuotas bajas, pero el gallo tapado eran las altas tasas de interés.
El reportaje de 2016 le dijo a Edgardo que los cambios venían y tenía que preparar su negocio si quería seguir. Y fue entonces que ideó las tasas variables para mantener como clientes a las personas de escasos recursos. Bajar la tasa de interés y los montos le abrió un nuevo mercado que hasta hace poco se peleaba con grupos de colombianos que operan en el país.
En noviembre pasado, en la Villa de Mixco, la municipalidad comenzó una lucha en contra de los grupos de agiotistas colombianos. De acuerdo con la comuna, el domingo 3 de noviembre un vendedor del mercado San Francisco fue fuertemente golpeado por no pagar un préstamo en la fecha pactada.
Para Edgardo esta es una mala práctica que vulnera el negocio y da una exposición innecesaria a los prestamistas. “Uno no le va a cobrar en pleno día o en su trabajo al que le debe. Uno espera y lo busca cuando es más vulnerable y está dispuesto a dialogar”, asegura, con una sonrisa. Además, sostiene que su giro de negocio es más el volumen en el caso de personas de escasos recursos. Prefiere prestar Q1 mil a un ama de casa que Q3 mil a un comerciante que tiene gastos fijos y por eso puede caer en incumplimiento.
“Ya no les pido escrituras ni títulos de propiedad, pero les he bajado el monto de dinero que les doy y me ha funcionado muy bien”. Edgardo.
Sobre el cobro, el agiotista asegura que los guatemaltecos tienen una cosa muy clara: la palabra y el buen nombre. Y para quienes no honran su compromiso, él tiene seis razones de peso para que nunca olviden la fecha del pago y el monto que adeudan.