La bala de un delincuente que atravesó la espalda de un PNC y lo dejó en silla de ruedas
De repente, una bala atravesó su espalda. Fue un grupo de asaltantes, de esos que se suben a los buses todos los días. Carlos, un agente de la PNC iba ahí y los delincuentes comenzaron a disparar a diestra y siniestra.
Carlos cayó al suelo y calculó que fueron cinco minutos para quedar inconsciente.
Durante esos cinco minutos imploró a Dios que no se lo llevara y dice haber visto cómo en cámara lenta una imagen vestida igual que él lo veía parado a su lado, luego se metió en su cuerpo.
Los días que siguieron fueron oscuros para Carlos. Estuvo en coma y debió ser operado de emergencia. La suerte estaba echada, moría o viviría para siempre postrado en una silla de ruedas.
Cuando Carlos despertó, veía mucha gente de blanco, pensó que estaba en el cielo y ríe.
Tenía la vista borrosa y solo escuchaba voces, después su visión mejoró y se dio cuenta que era un hospital.
Dos médicos le hablaron claro: “Usted debe dar gracias a Dios que sobrevivió, pero hay algo importante, no podrá caminar jamás, se quedará en una silla de ruedas”.
Al principio fue impactante para él que era un policía activo, que se preparó un año para entrar a la academia de la PNC y pasó muchas pruebas, incluso tomar el curso de agente antinarcóticos.
Además, estaba acostumbrado a patrullar, a ingresar en áreas rojas y perseguir delincuentes.
Le cambió la vida en segundos.
La bala atravesó el tórax, salió de su cuerpo, pero lesionó los nervios que controlan el movimiento de las piernas.
Diez meses pasó en terapia en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) para aprender a usar la silla de ruedas.
Y después regresar a la realidad de su casa, donde las comodidades no eran para una persona con discapacidad.
Pasó noches y días con mucho dolor. Lloraba hasta la madrugada ante la impotencia, incluso pensó en el suicidio.
Pero, Carlos tiene dos hijas, que para entonces era pequeñas, a quienes las veía y su actitud cambiaba.
Carlos encontró en sus cosas una cámara de video con la que grababa a sus hijas y sobrinos, sin saber que esa sería su tabla de salvación.
Una vecina le dijo que le pagaba por grabar el cumpleaños de su sobrino, porque debía mandar la grabación a Estados Unidos, donde vivía el papá y así fue como Carlos comenzó a interesarse en ese tipo de trabajos.
Enseñó a su esposa a grabar en bodas, cumpleaños, bautizos o funerales, mientras, él editaba los videos. Así ganó dinero para vivir. Asimismo, tomó un curso en el INTECAP de producción y aprendió a usar programas de photoshop para hacer montajes, ampliaciones, entre otros.
Carlos no se queja de la vida que le tocó vivir, volteó su vida a la religión y tiene una actividad específica en la iglesia que es proyectar películas cristianas al aire libre, en su pueblo Cuyotenango, de manera gratuita. También, imparte pláticas motivacionales a colegios e institutos.
Aunque, por el momento el aparato se arruinó y no cuenta con fondos para comprarse uno.
Dice que Dios lo preparó para dar un mejor servicio, porque, aunque ya no lo haga como PNC, lo sigue haciendo en su comunidad, a pesar de que sea en silla de ruedas.