No recuerda hace cuanto tiempo paso a ser parte de la familia, pues el terreno siempre ha estado en sus recuerdos. Los fines de semana se les llenaban con olor a membrillo, ciruela, limón, manzana y la boca con sabor a elote, aguacate y churrasco. Así fueron los días de campo de Daniel Rodríguez y los suyos, pero desde que Jimmy Morales anunciara los trabajos para el libramiento de Chimaltenango, la paz del clan se vio perturbada. Así los dejaron sin terreno, sin frutas y sin pago por su pedazo de tierra para la “Mega Obra” del ex presidente Morales.
Meses antes de dejar el cargo, un malhumorado y abatido Morales defendió la obra insignia de su gestión como. “El libramiento de Chimaltenango es una mega obra.. ¿Les duele que lo sea?”, dijo entonces envalentonado el ahora diputado al Parlacen. Un mes duró la obra que tuvo un costo cercano a los Q500 millones, pues las lluvias expusieron las deficiencias del proyecto. Uno a uno los derrumbes, inundaciones y fallas técnicas dejaron claro que la “Mega Obra”, era todo menos algo por que vanagloriarse.
Pero, junto al máximo logro de Morales y sus fallas, quedaron también los dueños de propiedades que se vieron afectadas por la construcción. Uno de ellos el sexagenario Daniel, un comerciante y propietario de 4 mil 800 metros a la orilla del proyecto. En su terreno tenía árboles frutales, columpios y una pequeña casa para estar durante las visitas.
“Al inicio nos dijeron que debíamos vender una parte del terreno para poder hacer la carretera y el personal de CAMINOS llamaba todos los días para que firmáramos los papeles”, recuerda su hija María de los Ángeles Rodríguez (Marielos). De a poco, el terreno que estaba a nivel de la carretera quedo 50 metros arriba y fue necesario construirle un acceso, a lo que la constructora de la obra, CONASA accedió, sostiene la hija.
Con la llegada de la carretera y la subida de nivel del terreno, se fueron algunos arboles y una buena parte del terreno. Y, así, la mega obra trajo el primer problema para Daniel. Al haber removido la parte de su propiedad que daba a la carretera, el acceso que les habilitó CONASA, lo hizo en la propiedad de un vecino. “Se volvió un problema, el vecino a veces nos dejaba pasar y otras no”, recuerda Marielos.
Daniel, quien habitualmente visitaba la propiedad tres veces por semana tuvo que dejar de hacerlo. “Llegó al punto que a veces nos quería cobrar derecho de paso y ponía a su guardián para que no nos dejara pasar”, recuerda la hija. Y luego llegaron las lluvias.
Con el agua, la obra de Morales comenzó a derrumbarse. Y fue en esa ocasión que tanto la constructora como la Dirección de Caminos, volvieron a buscar a los Rodríguez. “Esta vez nos pidieron más terreno, pero le sugerimos que compraran todo el terreno” recuerda Marielos. A la familia se le dijo que reparar la obra era de suma importancia para el presidente y que debían vender más. Luego un segundo derrumbe llevo las cosas al limite. Sin poder acceder a la propiedad y presionados por el gobierno y la constructora, la familia accedió a entregar más terreno. “En Octubre se firmó el convenio para la entrega del terreno y nos dieron dos días para sacar las cosas de la casa”, recuerda la hija. Finalmente entraron las máquinas y el jardín de frutas de Daniel desapareció para siempre. De la casa nada quedó, asegura Marielos, vecinos se llevaron láminas y lo que pudieron, solo blocks hay en el suelo, creo, pues no he ido últimamente”.
Del día de la venta a la fecha, lo que no ha faltado en la Dirección de Caminos son las excusas, asegura la hija de Rodríguez. Inicialmente se les dijo que, por el cambio de gobierno, el pago por su terreno podría atrasarse, pero que llegaría. Luego de que Morales se quitara la banda y Giammattei asumiera, la cosa no cambió mucho. Y, así, han pasado los meses, entre llamadas y citas que nunca llegan. “Primero hablé con el subdirector y me dijo que vería mi caso, luego lo cambiaron y hablé con el director, quien luego resulto con COVID y por las secuelas no está llegando a trabajar en horario regular”, reniega Marielos.
“Cuando les urgía que firmáramos los papeles llamaban a diario y hasta por chat, pero ahora a duras penas nos atienden”. Marielos Rodríguez.
La hija de Daniel sostiene que la situación por la que atraviesa su familia es similar a la de otros propietarios. “Sabemos que hay más personas con el mismo caso y la idea es que nos unamos para poder resolver con el gobierno”, asegura. Y aunque no habrá mas fines de semana y visitas al terreno, Daniel, quien sufre de Parkinson, no piensa en el fiasco de la Mega Obra y solo recuerda su huerto frutal.