¡Guatemala feliz…! que tus aras
no profane jamás el verdugo;
ni haya esclavos que laman el yugo
ni tiranos que escupan tu faz.
Eran los primeros días de septiembre y la bandera de nuestra patria ondeaba en lo más alto; repentinamente, un acto violento manchó de sangre al Ejército.
Tres soldados regresaban de patrullar en El Estor, Izabal, cuando fueron emboscados por una turba de pobladores. Palos, insultos y odio fueron parte de aquel día. ¿Dónde están? ¿Qué se hicieron?
La sangre ya había corrido, y aquellos que un día juraron defender nuestro territorio yacían tendidos en la tierra. Habían fallecido por heridas de arma de fuego; posiblemente, por una escopeta.
No era una serie o película, la muerte de los soldados era real. Comenzaron a surgir las preguntas: ¿Y el Procurador de los Derechos Humanos? ¿Dónde está? ¿Por qué no llegó? Carlos Mayén, padre del alférez de fragata Carlos Steven Mayén Cabrera, indicó: “Parece que estamos regresando a la época del conflicto armado interno. Esto no debe pasar”.
Sueños y familias destruidas
Pareciera que los tiempos de la guerra interna quieren salir a relucir nuevamente. Ellos sufrieron el atentado, pero sus familias se quedan con el dolor latente para toda la vida.
Padres, esposas e hijos, son los dolientes en esta tragedia. Sus sueños se vieron arruinados.
Siete niños y tres viudas se quedan sin su figura paterna. Hoy, estas familias se separan para toda la vida. “En este momento me siento adolorido por la pérdida de mi hijo. Le doy gracias a Dios por haberme dado a un hijo que amó al Ejército de Guatemala. Steven, desde pequeño, tenía la ilusión de formar parte del glorioso Ejército de este país”, dijo Carlos Mayén.
En la Promoción 147 de Infantería Marina, es donde quedará el honor de un joven alférez de fragata. “Lo apoyamos en todo momento. Se graduó en 2011, logrando lo que él quería; murió por su patria, él amaba a su Guatemala”, añadió.
En la Guardia de Honor, entre cada ataúd y rodeados por los altos mandos, los soldados caídos recibían las mayores honras fúnebres.
Uno de los hijos lloraba por su padre, pues claro estaba que su ausencia ya se hacía presente. ¿Dónde está mi papá?, eran sus dolientes palabras. “Cuenta con dos hijos: Daniel, de 6 años y Christopher, de 4. Y junto a ellos, además, queda su esposa, viuda. Esperamos que Dios nos dé fuerza para ayudar a criar a mis nietos”, resaltó Carlos Mayén.
Una familia se queda sin su mayor figura, padre, esposo e hijo, quien únicamente permanecerá en su memoria. “Si mis nietos quieren ser militares, lo único que podría decirles es que se esfuercen para ser como su papá”, agregó.
La sala estaba llena de uniformes, medallas de honor y banderas de nuestro país. El olor a incienso y flores se esparcía por todo el salón.
El llanto de los familiares era evidente, no podían creer lo que estaban viendo; los tres jóvenes murieron en su deber. Dejaron solamente recuerdos y dolor en sus seres queridos.
El conflicto armado interno es parte de un pasado que todavía vive en algunas personas. “Yo no quisiera que volvamos a los tiempos del conflicto armado interno. Yo lo viví como bombero municipal, y pude ver cómo morían civiles y miembros del Ejército. Si nosotros volvemos al pasado, nosotros mismos, los guatemaltecos, vamos a poner los muertos de ambos bandos”, manifestó Carlos Mayén.
Hoy, Carlos Steven Mayen Cabrera, originario de la capital, es despedido junto a su familia, amigos y seres queridos, diciéndole adiós por última vez a su patria.
Izabal también está de luto. Isaías Beleu Caal, originario de dicho departamento, entregó su vida a la milicia para poder sacar adelante a su familia. “Se vino por la necesidad de mantenernos a mí y a mi hijo; se vino a morir porque no tenemos recursos. Yo no sabía que esto le iba a pasar; si lo hubiese sabido, le hubiera pedido que buscara otro trabajo”, indicó la esposa del sargento.
Con su pequeño hijo en brazos, la mujer veía el pequeño cuadro que estaba encima del ataúd de su esposo. Desconsolada y con llanto desgarrador, la viuda exige justicia por su ser amado.
No importa el color, tamaño, raza o rango militar, eran tres seres humanos que luchaban por mantener a un país libre del narcotráfico. “Antes había guerrilla, ahora no debería de haber. En esos lados existen los hombres de camisas rojas”, explicó entre lágrimas Benjamín Seb Tun, padre de César Augusto Leonel Seb Tun, sargento segundo.
Benjamín es otro padre que viajó desde la aldea San Lucas, en Telemán, Alta Verapaz, para recibir el cuerpo de su hijo, derramando lágrimas por su amado soldado. “Estamos muy tristes, desconsolados, por la noticia de la muerte de mi hijo, quien solo estaba haciendo su trabajo”, señaló.
Su esposa solamente tiene 17 años. Es ama de casa y era la inspiración para el sargento Seb Tun para a continuar en la milicia. Hoy, también deja huérfana a una pequeña niña de tan solo 3 meses. “Yo voy a ser el responsable de mi nieta, quien apenas tiene 3 meses de nacida. Lo que me preocupa es que no tengo un trabajo fijo, ya que mis hijos son quienes me apoyaban económicamente. Mi hijo era bueno, me respaldaba en todo. ¿Ahora, qué voy hacer?, tengo un gran dolor en mi corazón”.
Llanto, enojo, dolor y frustración, eran las emociones que Benjamín transmitía al hablar; era entendible, pues su hijo había sido asesinado. “Voy a pedir que atrapen a esos malditos que le hicieron eso a mi hijo, no puede quedar esto así. Deben atrapar a ese comandante de la guerrilla, él dio la orden para que mataran a nuestros oficiales”, afirmó el afectado padre de familia.
Tengo otro hijo que está en la Brigada Militar Mariscal Zavala”.
“Yo fui militar en el año 1992, en Petén. Gracias a Dios salí vivo en el año 1994, pero mi hijo, hoy, está muerto. Sí me preocupa mi otro hijo, no quiero que lo maten”, resaltó.
La aldea Semuy II fue el escenario que se manchó de rojo, igual que en aquellos años cuando el conflicto armado interno puso de rodillas a todo un país. “Lo que quiero es la paz y reconciliación de Guatemala, no quiero que pase más lo que sucedió hoy. Hay muchos hombres que están vestidos de rojo, son ellos los que están causando estos problemas”, aseguró Benjamín Seb Tun.
El sol se despide por última vez, mientras que la Banda Marcial del Ejército hace sonar sus trompetas. Es tiempo ya de dar el último adiós. Es difícil, pero los jóvenes infantes cumplieron con su deber.
Sus familias caminan detrás del ataúd, a paso lento, como si nunca quisieran dejarlos ir. El tiempo se congela, cada familiar se quedará con un simple recuerdo y su país los recordará como los ¡héroes que lucharon por defender su patria!
Hasta pronto, Isaías Baleu Caal, César Augusto Leonel Seb Tun y Carlos Steven Mayén Cabrera.