Hasta siempre Adela Camacho de Torrebiarte imagen

Le impregnó fuerza y valor a sus acciones, llevando su cabellera corta y canada a donde pocas mujeres se atrevieron a llegar.

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Salió a buscar justicia, durante uno de los periodos más violentos e inestables del país. Junto a otras valientes guerreras, comenzó a pedir justicia en favor de las víctimas de secuestros y sus familiares, desde la Asociación Madres Angustiadas. Y desde entonces se convirtió en un referente para una generación de mujeres guatemaltecas.

Adelita nos dijo adiós anoche, pero nos ha dejado un legado de civismo y amor a la patria. Pese a no necesitarlo y convencida de que una mejor Guatemala era posible, se involucró en la vida pública. Allí, su presencia, nos guste o no, hizo una diferencia y así comenzó una vida que pocas mujeres han tenido.

Fue ministra de Gobernación, durante el gobierno de Oscar Berger. Además, apoyo los esfuerzos para la reforma policial como comisionada del gobierno de Otto Pérez Molina y figuró como tesorera de la Federación de Futbol Nacional (FEDEFUT).

Dejó por un lado su acomodada vida para cambiar un país, donde la voz de una mujer a penas comenzaba a escucharse. Adela le impregnó fuerza y valor a sus acciones, llevando su cabellera corta y canada a donde pocas mujeres se atrevieron a llegar.

Y fue esta lucha por transformar a Guatemala, la que la llevó al Congreso de la República. Luego de resultar electa, durante una visita a su oficina en el edificio 7/10, sus primeras palabras fueron: “Vengo con toda la gana de aprender el sistema para poder cambiarlo Quique”.

Y cambio fue lo que siempre busco Adela. Desde su participación en la reforma policial, logro identificar las carencias de los agentes. Camas sin colchones, autos sin llantas y salarios de hambre fueron su objetivo. “A ella le debemos el bono que nos dieron y algunas mejoras que se dieron en la institución”, recuerda Rovin Orellana, agente de la PNC durante su gestión.

Hoy se ha ido Adela, pero deja tras de si un legado de lucha, ejemplo y entrega. El de una madre que quiso cambiar un país, de una servidora que no lo pensó dos veces y se entregó al servicio público, el de una mujer madura que soñó con una Guatemala mejor.

Adiós Adelita, gracias por todo.

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