A sus cortos 23 años, Esteban Guerrero hace lo que muchos de nosotros no nos atrevemos, ya que no siempre podemos hacer cosas grandes, pero sí realizar las pequeñas con gran amor. A simple vista es un joven normal, recién graduado, quien trabajó en el Palacio Nacional como guía. Su deseo por ayudar a los más necesitados le hizo vencer los obstáculos.
“Mi familia siempre me ha enseñado que hoy puedes tenerlo todo y mañana tal vez ya no, eso te hace valorar las cosas que tienes”. Él nació curiosamente un 24 de diciembre y para Esteban el mejor regalo es compartir con aquellos que no cuentan con la misma fortuna que nosotros.
Este año decidió llevar a 24 niñas del Internado Hermanas Marianas al cine. “Estaban muy emocionadas”, indica Guerrero, quien a pesar de encontrar diversos obstáculos en el proceso, por fin este sueño que había tenido se hizo realidad. “Fue muy difícil porque muchas instituciones no me querían ayudar”.
A pesar de que muchos establecimientos hablan sobre la alegría de dar y ayudar, la verdad es que muy pocos lo cumplen y si lo hacen las condiciones que ponen son muy exigentes, un tanto inaccesibles, expresa Esteban. Agrega que el primer reto que tuvo fue el de buscar un cine adecuado para las niñas “quería ir al de un centro comercial para que ellas pudieran ver un árbol de Navidad grande”. Cuando preguntó y les comentó sobre la idea que tenía al gerente de una de las cadenas de cine más grandes, este le dijo que solo le ayudaban si llevaba a más de 100 personas, lo cual no era posible.
“Al salir de ahí, algo me dijo que no podía rendirme y fui a Tikal Futura a preguntar”, para sorpresa de él, de inmediato accedieron a hacerle un gran descuento e incluso a abrir el cine más temprano para ver la función. “Ellos no se negaron”, expresa Guerrero.
Ahora, lo único que faltaba era buscar un medio de transporte. Los lugares a los que llamó no bajaban sus precios de 300 por viaje, al final logró contactar a la empresa de buses Transportes Guadalupe. “Los contacté el 11 de diciembre y con quien hablé dijo que no me iba a cobrar porque estaban celebrando su aniversario” y así esta ilusión de poder llevar una pequeña luz se cumplió.
Los ojos entusiasmados de las pequeñas iluminaban el lugar, la felicidad que les causaba por fin salir de esas cuatro paredes y conocer “algo más” hizo que valiera la pena todos los ratos de desesperación que Esteban tuvo.
“Hubo algo que me marcó mucho con esas niñas. Una amiga las fue a visitar y me contó que se habían comido un huevo entre dos, porque no les iba a alcanzar”. Por no ser parte del Gobierno, no cuentan con un apoyo monetario, están casi olvidadas, viven por la caridad de personas que de manera voluntaria les donan cosas para vivir.
Él no necesita una cámara para hacer buenas cosas. Tampoco necesita que la gente le siga y le alabe su buena voluntad. No lo hace por ganar fama ni mucho menos dinero. No hace campañas publicitarias ni lucra con la caridad. No es presidente ni figura pública. Es un joven que tienen aún la esperanza de hacer de este, un mundo mejor.
Ya lo decía la Madre Teresa de Calcuta: “El mayor mal es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la corrupción, pobreza y enfermedad”, porque al final no seremos juzgados por los diplomas que recibimos o por la cantidad de ropa que compramos, sino por el haber dado, sin medida, sin condición y de corazón.