Hoy dos expresidentes, un enjambre de ministros y empresarios pasan sus noches y días en la brigada que tiene 172 años de haber sido creada. Allí, donde explosiones de bodegas de municiones, disparos a altas horas de la noche y más de alguna mujer ha sido violentada, los señalados por CICIG esperan y esperan.
Para buena fortuna de algunos y desgracia de otros, sobre la improvisada cárcel se ha impuesto un régimen firme y tajante. Con puño de hierro un “comité” regula todo lo que sucede dentro del pseudo penal.
El omnipresente “Comité”
Lo que entra, sale, se queda y es controlado por el grupo que opera al interno del Zavala. “Basta una visita para que se te aproxime un perfecto desconocido y pregunte a quién vienes a ver”, comenta Carlos, una visita del lugar.
Los estrechos corredores son patrullados por un grupo de orden y vigilancia. Esta estricta supervisión tiene dos funciones, una mantener el orden y supervisar las cosas que les llevan a los detenidos, para poder hacer el cobro respectivo.
A pocos metros de la puerta de malla, el camino conduce directo al comedor, galera, gimnasio y área social. Allí las mesas tienen nombre y apellido.
Para poder atender a familiares o visitas, los reclusos deben pedir autorización al dueño de cada una. Algunas se prestan, otras se alquilan, por unos Q200.
Al pie de la columna de metal que sostiene el centro de la galera, construida por los propios reos, un dispensador baja o sube la temperatura del agua. Café, té o un trago frío, también se pagan.
“Por el derecho de usar el dispensador se tienen que pagar Q20 semanales y es el mismo comité el que surte el garrafón”.
Ficha mata carita
Quienes aún no disponen de una carpa para fincar su vivienda, deben hacer uso del cuarto de visitas conyugales. Allí, un colchón de esponja, permeado de fluidos corporales, se puede ocupar de 7 de a 7, antes de que la visita amorosa comience.
Los que tuvieron el privilegio de llegar antes y ya tienen champa, tampoco la tuvieron fácil. Los terrenos de 6 x 2 metros fueron divididos por el comité y cobraron hasta Q100 mil.
Luego el negocio floreció, mientras más y más casos sumaba CICIG y el MP, los precios incrementaron.
Así los lotes, ahora con champa incluida, han llegado a valer Q300 mil. Todo por un espacio privado para dormir y atender a las visitas.
Debido a que el improvisado penal no contempla un servicio de alimentación, electricidad, limpieza y televisión por cable, el comité se ha visto en la “obligación” de proveerlos. En algunos casos, como la alimentación, ha otorgado permisos para que operen restaurantes y para quienes prefieren la comida de sus casas una tarifa de Q1 mil por ingreso de alimentos.
En cambio, por ver las noticias del mundo y los documentales de NatGeo, los residentes pagan Q600 mensuales y por la electricidad para enfriar sus gaseosas y ver el HD se pagan Q5 mil.
Bajo el ojo del comité
En Zavala, todo se paga y no sale barato. Hasta colocar un clavo en alguna pared pasa por la mirada y aprobación del comité.
Mantener una caja plástica con algunos efectos personales está gravado y los que las tienen, pagan Q700 mensuales por el privilegio. Las hieleras, favoritas entre los amantes del ejercicio, para mantener bebidas y alimentos, también están gravadas y su precio depende del tamaño.
Así por las más pequeñas se debe cancelar Q300 y las grandes puede pagarse hasta Q800.
Los más conscientes de su cuerpo y que buscan mantenerse en forma, tienen un gasto adicional. Al fondo de la galera, espalda con la capilla que sirve para católicos y evangélicos, funciona un pequeño centro de fitness.
MZ es el nombre que el comité le ha dado al espacio de cuatro por 12 metros. Allí una batería de máquinas para hacer pesas, estiramiento y ejercicios funciona a ritmo del pop ochentero, eso sí los usuarios deben cancelar Q30 semanales para hacer uso de las instalaciones.
Pocos recuerdan la vida antes del comité, cuando un anciano impartía orden y sancionaba a quienes trataran de sacarle provecho a la hermandad carcelaria. Hoy esos tiempos no son más.
Mientras que en Zavala nadie puede quejarse de falta de servicios, pues de todo los hay, los únicos que pueden hacerlo son los que no tienen cómo pagarle a un todopoderoso y taxante comité.