El presidente Alejandro Giammattei Falla, durante una conferencia conjunta con el vicemandatario Guillermo Castillo, anunció el cierre de operaciones del Centro de Gobierno. La innecesaria burocracia, que destinó Q8.5 millones durante el primer año de Gobierno, dejará de saquear las arcas del Estado.
Muchos celebran la noticia, por supuesto producto de presiones mediáticas de varios colectivos organizados, quienes de forma pública y privada solicitaron al dignatario sacar de la ecuación a una institución que solo le representó carga y desgaste al Gobierno.
Hay varias preguntas que surgen con el anuncio presidencial, la más obvia es ¿Qué pasará con Miguel Martínez? El amigo cercano del presidente con el que se quiso congraciar. ¿Qué logros y resultados se alcanzaron con el funcionamiento de una burocracia a todas luces innecesaria y ¿Qué pasará con los otros 18 funcionarios subcalificados y sobrepagados?
Es evidente que el presidente Giammattei sucumbió a las presiones y se vio forzado a cerrar el Centro de Gobierno, también está claro que la puesta en marcha de esa institucionalidad solo le representó ruido y desgaste. ¿Era necesario?
Mala gestión en materia de comunicación política
El dignatario ha sido poco hábil para manejar mediáticamente las crisis hasta el punto de haberse ventilado públicamente sus grandes diferencias con su compañero de fórmula. Algo hasta el momento inédito, pues nunca antes en nuestra joven democracia se había hecho tan evidente la mala relación entre un dignatario y el segundo al mando.
Esto pone de manifiesto que la gestión de la comunicación política desde la presidencia ha sido y es desafortunada. El forzado mensaje conjunto que ambos intentaron transmitir lo creen pocos y más parece un intento desesperado por mantener una falsa gobernabilidad.
Este mensaje pudo ser más oportuno semanas atrás, previo a que Castillo pidiera públicamente al presidente una dimisión conjunta. De hecho, estoy convencido que muchos esperaban eso, lo que desde luego no se iba a dar.
En ese orden de ideas, el Gobierno de la República no solo ha hecho las cosas mal, sino que las ha comunicado de la peor manera.
La falta de corrección política, los mensajes de confrontación, incluso con actores que debiesen ser considerados aliados estratégicos han sido el común denominador de la actual administración, la que se ha desgastado de forma acelerada, más de lo necesario e incluso más a prisa si se compara con el desprestigio en la gestión del ex presidente Morales, quien tardó un poco más en sucumbir a la tentación del discurso de la confrontación.
En ese contexto, el cierre del Centro de Gobierno era una medida necesaria, que llega tardía y que sigue siendo insuficiente. Le auguro tres malos años a la actual administración y por supuesto a todos los guatemaltecos, quienes hace apenas 11 meses seguían con el aburrido estribillo del beneficio de la duda. ¿Alguna vez lo mereció?