El golpe de la pandemia al sector de empleos en Guatemala llevó los índices en el sector formal a cifras del 2015. Estimaciones, realizadas en julio de 2020, advertían que hasta 2 millones de puestos de trabajo se perderían por la crisis de salud. Pero algunos chapines ingeniosos, no se detuvieron y comenzaron a crear sus propias fuentes de ingresos. Comida, entregas, servicios personalizados y las redes sociales ayudaron a evitar el colapso de la economía familiar.
De acuerdo con la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (FUNDESA) la afectación en el sector empleo de 2020 se dio de la siguiente manera:
Alojamiento y servicios de comida 42.8%
Construcción 34.7%
Comercio, reparación de vehículos 24.6%
Agricultura 22.5
Otras actividades 26.1%
Juan Ignacio, un comerciante de 27 años, llevaba poco más de seis años laborando en una empresa de venta de ropa. Con la llegada del COVID-19, los dueños decidieron prescindir de sus servicios y los Q2 mil 500 (más comisiones) dejaron de llegar a casa. Allí, su esposa y dos hijos, dependían del sueldo de Ignacio para cubrir sus gastos. Desesperado y sin un norte para seguir generando ingresos, las ideas daban vueltas en su cabeza. Tras enviar su CV a innumerables contactos y visitar empresas, la moral del joven decayó.
“Mire, busque por todos lados, hasta de ayudante de albañil, guardián, vendedor rutero, comisionista y mensajero traté de conseguir, pero nada, nadie estaba contratando y eso si me asustó mucho”, Juan Ignacio.
Un par de semanas después, mientras revisaba sus redes sociales, comenzó a darse cuenta de como miles de personas vendían cosas en FaceBook. Ofertas de cuadros, ropa, comida, terrenos, artesanías y hasta servicios de encomiendas inundaban el “Marketplace” de la popular red social. Fue entonces que, animado por la necesidad, arriesgó lo poco que le quedaba de ahorros. “Compré un juego de sala con la idea de revenderlo y ganar unos quetzales”, recuerda.
“En FaceBook tengo muchos amigos y gente que me seguía por el tema de la ropa, y aproveché esos contactos para enviarles fotos de la sala y esperé”, Juan Ignacio.
El negocio dio frutos. Dos días después, y luego de publicar su amueblado, la primera oferta. Alguien, encerrado en su casa quería comprarlo, y le pagaría Q500 más de lo que el había desembolsado. “Les cobré Q1 mil 900, y puse un cobro por entrega y les pareció bien”, asegura. Esa primera venta la hizo en el pick up de un vecino, a quien le pago Q200 por llevarlo hacer la entrega.
Luego comenzó a buscar otros productos para seguir con la venta. Identificó la necesidad de reparto, pues muchas personas que vendían cosas no tenían como hacerlas llegar a sus compradores. Y así comenzó con el negocio de entregas. Cobraba Q50 por entrega, para cosas de tamaño pequeño y para otros artículos como estufas o amueblados, la tarifa era de Q250 de puerta a puerta.
Cada semana la compra y re venta de productos comenzó a generar más ingresos para Juan Ignacio, así como también el cobro por servicios de mensajería. De comprar televisiones, teléfonos, computadoras, ropa, artículos decorativos paso a otras ligas y comenzó con la compra venta de vehículos. “Era una familia que necesitaba vender su carro para salvar la casa que tenía con el banco, me dieron un buen precio y les pague la mitad, la otra parte la pacté con la venta”, recuerda.
Una semana después, y tras una revisión por un mecánico, el automóvil tenia un nuevo dueño y Juan Ignacio la otra parte del adeudo y una ganancia. “Les entregué lo que les debía y me quedé con mi ganancia”, asegura. Fue esta actitud correcta y cabal, la que hizo que las referencias del otrora vendedor de ropa se regaran por la red social. De repente, ya no tenia que entrar al Marketplace, las personas le escribían por mensaje directo para ofrecerle sus bienes.
“Me mandaron mensajes de planchas, licuadoras, pulseras, anillos y hasta zapatos usados para que los vendiera”, afirma. Fue entonces que el negocio de Juan Ignacio tomó otro giro. La confianza que había generado entre las personas le sirvió para ya no invertir en compara y luego revender los productos, se había convertido en intermediario entre los oferentes y los compradores. Llegaba a recoger los productos, para luego entregarlos, cobrar y un par de días después pagar a los dueños.
El veinteañero es ahora un empresario de las redes sociales, su función es encontrar clientes para los productos que le envían por el ciber espacio. Y hasta ha dado un salto empresarial, pues está trabajando en la venta de unos terrenos en San Lucas que prometen dejarle una muy buena ganancia.
Y aunque una encuesta de Pro Datos, del año pasado, estimó que los hogares guatemaltecos disminuyeron sus ingresos en un 40%, Juan Ignacio obtiene ganancias que triplican el sueldo que percibía en sus tiempos de comerciante de ropa. Ha contratado dos mensajeros, una secretaria y a su esposa para que le ayude a manejar el ingreso de productos para ofertar en la red social que salvó a su familia de una crisis que nunca vio venir.
Juan Ignacio accedió a darnos la entrevista, pero pidió se omitiera su fotografía y datos de su tienda en linea por temor a las extorsiones y posibles problemas de tipo fiscal.