Cuando entró a la cárcel, era el padre de un niño. Hoy, tras diez años de buscar justicia, tiene una hija y la esperanza de que el sistema judicial en Guatemala no le falle. Esta es la historia de Servio Rodas, el asesino que no pudo ser.
Era la noche del domingo 23 de julio de 2007. En un automóvil, justo en el asiento del acompañante del piloto, un cadáver que fue identificado solo como Héctor esperaba por los investigadores del Ministerio Público (MP), mientras una joven relataba lo sucedido. Siete disparos, a quemarropa, le habían hecho perder a la víctima cuatro litros de sangre, que la llevaron al más allá.
Lo encontrado en el Honda Accord y la testigo se contradecían. “Le dispararon desde la ventana y yo me vine a esta gasolinera, por miedo”, dice la declarante. Sin embargo, en el interior del automóvil japonés, los cuatro litros que supuestamente habían salido del cuerpo de Héctor, no estaban.
Peor aún, luego de una inspección por parte de peritos del MP, el cadáver tenía más orificios de bala que la ropa que llevaba puesta al momento de su ejecución. Nada cuadraba, pero la versión de la testigo se mantuvo incorruptible. Finalmente, el cuerpo fue removido del automotor, que luego le fue devuelto a su propietaria.
Durante sus 10 años en Pavoncito, una cosa ha aprendido Rodas: el valor del tiempo. “Estar encerrado es relativo a cosas que suceden aquí adentro, pero afuera es otra historia, de la cual ahora solo me queda mi hija”, comenta.
Adentro ha sido testigo de homicidios, negocios turbios, motines, pero también aprendió a mantener un bajo perfil. Su gran compañero es un tablero de ajedrez, una mesa plástica; una foto de su nueva esposa, con su hija, y una edición de Mein Kamp (Mi Lucha), una autobiografía de Adolfo Hitler.
Rodas vio morir al residente más famoso de la cárcel, cuando su cuerpo fue acribillado durante un motín. “No logré ver cuando lo mataron, pero sí alcancé a observar su cadáver. Él, aquí era un verdadero líder”, afirma.
Y toda esta vivencia se la debe a las declaraciones de quien conducía el pequeño Honda, la noche del trágico acontecimiento. Alejandra Gómez Barberena fue quien semanas después de la muerte de Héctor identificó a Servio Estuardo Rodas Solís como el presunto tirador. Según el MP, la testigo lo hizo por medio de una foto de Facebook, pero no sabía su nombre, solo aseguró que se llamaba Servio. Esto bastó para que fuera condenado a prisión.
Asuntos Internos del MP corrige la plana
Tras solicitar una revisión, Rodas y su nueva familia han luchado por hacer visibles las irregularidades que plagaron el caso donde se le condenó. Detalles como que el informe de la necropsia realizada al cuerpo de Héctor da cuenta de que la trayectoria de las balas no coincide con el relato de la testigo, ni los orificios localizados en el cadáver.
Además, resalta que la cantidad de sangre que había en el vehículo no coincide tampoco con la de los disparos que recibió la víctima; asimismo, el hecho de que en el cadáver hayan sido encontrados dos tipos de proyectiles despertaron las sospechas de los investigadores del MP. Todas las contradicciones e irregularidades de las evidencias aportadas inicialmente fueron plasmadas en el informe MP008-2007-11039, el cual fue presentado por los fiscales especiales Gerson Alegría y Alan Aijatas.
El informe da cuenta de que el cuerpo de Héctor pareciera haber sido trasladado de un lugar a otro luego de su muerte. La ropa que llevaba puesta no coincidía con los orificios de bala que tenía el cuerpo y hasta parecía que este había sido lavado. “No se cuenta con elementos para establecer el móvil del hecho, y tampoco hay documentos donde se indique si la fiscalía lo estableció”, resaltan Alegría y Aijatas.
“No se cuenta con información si fue realizado el reconocimiento en fila de personas, en el cual estuviera presente el hoy condenado”. Informe MP008-2007-11039
Hoy, el informe de Asuntos Internos del MP podría ser la llave para que la justicia sea justa con Rodas; asimismo, ser la única oportunidad de salir de la cárcel y seguir con su vida, o podría ser un expediente más que se quede en el despacho de la Fiscal General, Consuelo Porras.
Mientras espera, Servio Rodas no olvida que dentro de la prisión el tiempo es solo eso, una palabra. Algunos días se llena con jugadas sobre un tablero o las vivencias del líder nazi, muerto también por sus desaciertos.