Javier tenía un trabajo estable como cajero en un banco. Trabajaba ahí desde hace ocho años, pero aspiraba a más, quería ser su propio jefe.
Un amigo de Javier le pidió ayuda para tramitar un préstamo en el banco donde trabajaba, el dinero lo quería para empezar un negocio de venta de aparatos eléctricos en Internet. Muy convencido le decía que la red era el negocio del futuro y que todos preferían comprar en línea.
Por lo que Javier apoyó a su amigo para que consiguiera el dinero y así empezar su negocio.
Pero, las palabras de su amigo que “era el negocio del futuro” quedarían resonando en la cabeza de Javier.
Javier inició con un negocio de ropa, pues pensó que por ser algo no perecedero sería más fácil para vender.
Compró blusas de diferentes tallas, pero lo complicado para él eran las entregas, porque también tenía que trabajar.
El negocio poco a poco creció, no como él esperaba, pero sí se vendían. Las clientas también preguntaban si vendía pantalones, por lo cual su siguiente compra fue esa prenda de vestir de todas las tallas.
El precio de las blusas comenzó con Q50 y de los pantalones de Q75.
Conforme pasaban los meses, Javier se dio cuenta que se vendía su mercadería, entonces pidió un préstamo de Q20 mil para comprar más.
Las ventas se incrementaban, pero su horario seguía complicándose, porque aunque su hermana lo ayudara a repartir, no se daba abasto.
Javier renunció a su empleo en el banco.
Él ya contaba con el tiempo para las entregas y aunque no tenía un ingreso físico, no se iba a dar por vencido.
Entonces, con el dinero que obtuvo contrató a una persona que sería la responsable de entregar los pedidos y de responder los mensajes de las personas interesadas.
Ese encargado sería su desgracia.
Javier confiaba tanto en su amigo, que ahora era su empleado, que le dio todos los detalles del negocio.
Estaba muy contento con él, pero en un mes los negocios bajaron, ya no vendía tanto como al inicio.
Javier se preocupó porque ya no tenía el ingreso extra de su trabajo en el banco.
La situación empeoró, tanto que el joven se atrasó con las cuotas del préstamo y los intereses subieron.
De los Q20 mil que había prestado ya debía Q40 mil con todos los intereses y moras que tenía.
Javier sentía que se hundía, sin saber por qué le estaba yendo tan mal en el negocio.
De pronto, vio en Internet que alguien vendía los mismos pantalones, blusas y toda la ropa. Se sorprendió cuando supo que su amigo era el responsable de ese negocio.
Javier lo encaró, pero su amigo solo le dijo que lo sentía y renunció.
Él volvió a buscar trabajo en un banco, pero fue más difícil por la deuda, la cual ha disminuido. Javier ya no quiso seguir con el negocio de la venta de ropa, ahora es su hermana la encargada.