La pandemia del COVID-19 cambió la rutina diaria de la población de manera repentina. Con las medidas para evitar contagios, las oficinas, colegios y universidades tuvieron que cerrar sus puertas. Ahora, la pantalla se volvió en la nueva interacción más cercana con otros.
Tras varios meses de encierro, las dificultades para poder poner atención, aprender y comunicarnos se convirtió en un reto. El desgaste físico aumentó a medida que los horarios también cambiaban y una clase se tornaba tediosa o una reunión en zoom se alargaba por horas. Debido a esto, uno de los principales problemas que comenzaron a surgir entre los más pequeños y jóvenes del hogar eran los ataques de ansiedad. Pero, ¿conoces de qué trata?
Coralia Peña, Psicóloga Clínica, explica que se trata de “un estado emocional en el que se paralizan las personas con signos y síntomas similares a la sensación de ahogo o que falta el aire. Esto se ve provocado cuando los niveles de estrés son muy altos o cuando una persona tiene trastornos obsesivos compulsivos.”
Debido a estos ataques, una persona puede manifestar un aumento en las palpitaciones, así como una aceleración en el sistema circulatorio. También provoca un aumento en la temperatura, taquicardia, sudoración en las manos, deseos de llorar y bloqueos.
“Es una respuesta natural del cerebro. Se considera un mecanismo de defensa para decirnos o para expresar que no estamos accionando en la realidad. Está ligado con el miedo, el cual es una concepción creada por el mismo cerebro por el temor a lo desconocido y el miedo a algo que yo grabé como negativo en base a una situación vivida antes” aclaró Peña sobre las razones por las cuales el cuerpo comienza a tener ataques de ansiedad frente a situaciones negativas.
“Se nos enseña de manera represiva, porque si no se cumplen con los objetivos, eres malo o fracasaste. Luego, naturalmente el cuerpo lo guarda como si fuera un trauma” afirmó Peña. La psicóloga explicó que cualquiera puede desarrollar un cuadro de ansiedad, debido a que puede estar ligado tanto a la genética de la persona como al mismo entorno que vive alguien que sufre de este tipo de ataques.
¿Qué se puede hacer?
Los padres de familia deben conocer los signos que pueden detectar al ver a una persona con un ataque de ansiedad. Notar si alguien está llorando y siente que pierde el aire. Peña aconseja que, cuando es un trauma, se puede aplicar un sistema de relajación. “Cualquier cuadro de ansiedad dura cerca de 30 segundos. Si se generan más pensamientos negativos ante una situación, se puede extender por mucho más tiempo. Lo que hay que evitar es pasar a un cuadro de pánico” mencionó.
“La ansiedad nos recuerda que nos adelantamos al futuro y nos estamos saliendo del ahora. Hay que respirar. Tener pensamientos autorreguladores como concentrarse en lo que se hace ahora” aclaró Peña.
Junto a la respiración, también es importante buscar ayuda profesional como un psicólogo que logre aconsejar adecuadamente al afectado para poder controlar las reacciones de su mente. “Usualmente no conocemos nuestras emociones y no hay educación para la autorregulación. Nadie enseña lo que es afrontar adversidades. Esto da mecanismos de defensa que te ayudan a sobrellevar cualquier situación.”
Respecto al deber de los docentes para poder identificar estas situaciones y también poder evitarlas con la actual situación que vive la educación del país con la pandemia del COVID-19, Peña comentó que “los docentes deben ser facilitadores, porque nadie estaba preparado al proceso online, ni siquiera ellos mismos. Nadie sabe cómo un estudiante puede responder. El rendimiento puede cambiar totalmente por el tipo de clases. Uno de los problemas es que muchos actúan como si las clases siguen siendo presenciales, cuando ya no se puede actuar así. Los niños pasan toda la mañana en la computadora en la mañana por las clases y en las tardes esto sigue porque deben hacer las tareas.”
¿Conoces a alguien que haya desarrollado ataques de ansiedad durante la pandemia?