A la entrada es un piso de tierra, una puerta y techo de lámina, al fondo se puede ver un comal grande, en el que desde las 7 de la mañana, hasta las 9 de la noche está caliente, para poder cocinar las tortillas.
Clara tiene su negocio desde hace 10 años, al principio solo ella torteaba, pero con el tiempo y la demanda se dio cuenta que necesitaba ayuda, así que contrató a dos jóvenes.
Al inicio de su negocio, todo era seguro, ya que no imperaba la violencia como ahora. Antes lo que le provocaba miedo era que su establecimiento se quemara, pero en la actualidad su preocupación es que le pasen disparando.
La extorsión llegó a la puerta de lámina
Clara no olvida que era un jueves, hace cuatro años, cuando un adolescente entró por la puerta, le dijo que le mandaban un celular, que no lo perdiera y debía contestar cada vez que sonara, porque de lo contrario, la podían matar.
Ella asustada, no podía dejar de pensar en el momento que la llamarían. La tortura de Clara duró dos días, cuando por fin sonó el celular, un hombre le gritó que debía dar Q50 diarios, de todas las ventas.
No sabía cómo iba a sacar el dinero, pues debía pagar la extorsión, a sus trabajadoras y aparte comprar la masa y todo lo que gastaba para su negocio.
Los primeros días eran duros, porque a veces únicamente sacaba Q100 de venta, de eso la mitad era para la extorsión, el resto para suplir lo que gastaba. En esa difícil época tenía que sacar de su bolsa para equilibrar el negocio.
Clara estaba a punto de tirar la toalla, porque sentía que no iba a poder pagar la extorsión, pero el adolescente que recogía el dinero, dejó de llegar, así que empezó a acumular el pago, porque pensó que pronto llegarían.
Pasaron dos meses y no llegaron, cuando Clara se enteró de que cerca de su casa realizaron operativos contra extorsionadores, se dio cuenta que se habían llevado a quienes la extorsionaban.
El calvario ahora continúa
Sin embargo, hace seis meses comenzó otra vez el martirio, ahora no llegaron a dejar un teléfono, sino un hombre entró para indicarle que debía dar Q100 diarios de las ventas, Clara, está asustada y a punto de cerrar el negocio, porque ya no puede pagar la extorsión.
Ella no ha colocado la denuncia, porque le atemoriza que los pandilleros tomen represalias, por lo que mejor ha decidido cerrar y regresar a Chimaltenango, de donde es originaria.