Suena la sirena de emergencia en la estación, se prepara para lo inesperado. Con casco puesto y la adrenalina al máximo, se persigna antes de salir encomendando su vida y la de sus compañeros a Dios, para que nada les pase.
Para ellos, no existe horario, condición climática o zona de riesgo que los pueda detener cuando salvar la vida de alguien más se trata. Ser bombero “es un honor”, dice Carlos Hernández, de la Compañía de Bomberos Municipales.
“Cuando era niño fui scout y la labor de ellos es similar a la de nosotros: ayudar a los demás y de ahí nació mi deseo de seguir ayudando a las personas”, relata Hernández, quien desde hace 20 años es bombero.
De las situaciones que más le apasiona de su trabajo explica: “Es ver cosas nuevas todos los días, las emergencias son diferentes y la mayor satisfacción es salvar la vida a alguien o cuando las personas nos agradecen”.
Experiencias
“Éramos un poco inexpertos, apenas empezábamos y recuerdo que cubrimos un accidente automovilístico de gran magnitud donde hubo varios heridos y fallecidos. Estaba impresionado por el choque”, recuerda Carlos.
En su labor se ve de todo un poco. “Hay violencia, agresiones, también casos que son bonitos recuerdos como uno que atendí en la colonia La Florida, donde una mujer estaba a punto de dar a luz en su vehículo. Nos llamaron y cuando llegamos ya estaba lista para tener a su bebé, así que en el interior del carro empezamos a atender el parto, así logramos traer al niño al mundo”.
A diario, en la Estación de El Trébol se atienden a alrededor de 40 servicios efectivos en un turno de 24 horas. Un servicio efectivo es cuando se hace el traslado de casos a hospitales.
El riesgo
El cuerpo de bomberos está conformado por más de 800 elementos y todos arriesgan su vida sin importar quién sea la persona en peligro. “El riesgo está latente a cada momento, desde que uno sale a una emergencia, se expone y no sabe si volverá con vida. Uno se arriesga por auxiliar a una persona que no conoce y eso es gratificante”, comenta.
Mientras cubría el incendio de una fábrica de hilo, Carlos junto con sus compañeros ingresaron hasta donde estaban las calderas, a la parte más profunda del incendio. “Nos ganó el ímpetu por querer hacer el mejor trabajo, pero hubo un momento en el que pensé que si algo salía mal era nuestro fin”, recuerda.
“En el momento de atender una emergencia uno no mide el riesgo ni las consecuencias. Uno es temerario, ya sea se ingresa a un incendio, baja un barranco y va a zonas rojas, a pesar que nos han amenazado”, explica.
Al volver de una emergencia hay una interrogante que la mayoría de ellos comparten y es: ¿qué hubiera pasado si fallara el plan de salvar la vida de alguien? “Pero, la duda se disipa cuando alguien se acerca para agradecer”.
Covid
Desde la llegada del coronavirus, la rutina y la convivencia han cambiado para los bomberos. Todas las estaciones manejan un protocolo interno. Los turnos que manejan son ahora 72 x 72 horas. “Antes comíamos juntos o veíamos televisión, pero ahora debemos mantener un distanciamiento por nuestro bienestar y de nuestras familias”.
Cada estación tiene la orden de que cuando los bomberos atienden una emergencia deben llevar guantes, casco, lentes, mascarilla y el traje puesto. Posteriormente, se sanitiza el interior de la ambulancia, el uniforme y al llegar a la estación, se desinfecta la camilla y demás implementos de la unidad; además de los protocolos sanitarios personales que cada bombero debe realizar.
Según Hernández, las emergencias no han disminuido, ya que los actos delictivos se siguen cometiendo durante los horarios en los que la gente se puede movilizar, mientras que durante el toque de queda se atienden otras urgencias como incendios forestales.