El puente Belice es el que anda en boca de todos, con las remodelaciones y los albergues listos para las personas que pueden resultar afectadas. Pero, ¿qué hay de las personas que viven bajo el otro puente?
Para ellos no hay albergues ni tampoco avisos. Muchos afirman que el puente Belice está dando sus últimos esfuerzos, aunque aquel puente de 110 años apenas se sostiene y las personas rezan para que no caiga.
Desde su construcción, en 1908, no ha recibido ningún tipo de mantenimiento. Su deterioro se observa en los parales que apenas lo sostienen. Sin embargo, su brecha de tiempo lo separa de los 60 años que tiene el puente Belice. Las familias del otro puente, son más propensas a un posible derrumbe, que el famoso “Belice” .
Debajo de la sombras se encuentra el puente de Las Vacas, lugar donde vive Ángela Alonso. Cada mañana, la mujer de 70 años, se levanta con temor a perder su hogar. Al preguntarle sobre el puente, su rostro refleja preocupación y evita pensar en la situación, ya que no tendría dónde vivir si este cayera.
“Venimos a vivir a esta colonia desde hace diez años, como dicen estamos invadiendo un espacio, pero luego que mi esposo falleció no tenía a donde ir”, cuenta, mientras lava sus prendas en la pila.
Su hogar, apenas tiene lo básico, una serie de blocks apilados y un techo de láminas viejas. El agua del lugar es escasa y el olor a fétido del río de las vacas es insoportable. Ángela y las otras familias ya se han acostumbrado, aunque a los retumbos y el crujir de la estructura del puente de Las Vacas, no.
“No han dicho que evacuemos, a los vecinos del otro puente ya les avisaron del peligro, pero a nosotros nada, ni siquiera sabemos qué pasa”, comenta Ángela.
De acuerdo con el ingeniero Rodolfo López, “el agua es uno de los peores enemigos de los puentes. En muchos casos, cualquiera que sea el material del puente, los problemas se deben a la filtración de agua dentro de la estructura”.
El puente de Las Vacas, en los noventa era uno de los “mejores avances arquitectónicos” de su tiempo, ahora es una chatarra que los gobiernos han olvidado.
“Es posible reforzarlo por medio de chapas soldadas o sustituir las piezas donde esté fuertemente deteriorado. La vida residual de los puentes de acero se puede prolongar por mucho tiempo”, dice lópez.
Las familias que residen en la colonia, no están conscientes del riesgo, son personas de escasos recursos que prefieren vivir así, que dejar su hogar. “Si algo pasa no tenemos a dónde ir y somos muchas familias viviendo aquí”, cuenta Ángela.