Durante décadas, Guatemala ha sido un puente importante para el trasiego de cocaína hacia los Estados Unidos. Hoy, nuestro país no solo figura como un pequeño productor de estas sustancias ilícitas, sino como uno donde la coca procedente de Sudamérica es “clonada” para aumentar los beneficios económicos a grupos criminales que operan localmente.
En septiembre, la muerte de tres soldados en El Estor, Izabal, presuntamente a manos de grupos que colaboran con el narcotráfico, llevó a un Estado de Sitio que duró 30 días, en Izabal. Y lo que se descubrió durante ese período en Guatemala dejó en claro que ya no solo es puente del narcotráfico, pues 138 mil 240 matas de coca atestiguan que el país ya es usado por los narcos para producir cocaína.
Ese mismo mes, el hallazgo de un laboratorio clandestino en Izabal y una considerable plantación de matas de coca, dejaron en claro que en “Guate” ya incursionamos en el mundo de la producción de cocaína. De acuerdo con personal de la DEA, estos laboratorios sirven para abastecer un mercado de falsificación de droga procedente de países como Venezuela, Perú, Ecuador y Colombia.
Según los expertos, la droga que llega a Guatemala con miras a ser trasladada a los Estados Unidos, tiene un grado de pureza excepcional. Y es aquí donde la droga producida en Guatemala entra en juego.
“La cocaína de Guatemala no es de la mejor calidad y los grupos criminales la usan para mezclarla con la suramericana para maximizar sus ganancias”, experto en narcotráfico.
A decir de los especialistas en combatir el narcotráfico, el mundo de la coca se rige por un lenguaje que va grabado y sellado en cada kilo. Así los grupos criminales transnacionales marcan su producto para identificarlo y separarlo de otros de menor calidad. Pues en la coca, la pureza es todo y a mayor nivel de pureza, así se incrementan las ganancias.
Aunque el fenómeno de la producción de coca en Guatemala es uno relativamente nuevo, el ingenio de los criminales chapines encontró la manera de sacar provecho. “Algunos clonan la coca que viene de otros países, copian los empaques y sellos que el producto extranjero trae y los venden como si fueran de producción del Sur”, asegura.
El experto cita, por ejemplo, que en un determinado período un cartel de Perú puede estar utilizando un empaque con el logo de una conocida marca de ordenadores y un sello de una cruz. Estos dos indicadores sirven para que los grupos criminales sepan que el kilo fue producido en Perú y que pertenece a una determinada red criminal.
“Cada organización es conocida en el mundo del narco por la calidad del producto que vende y si se falsifica su droga se puede ganar mucho dinero”, asevera el experto.
Tiempo versus costos
Al nivel de calidad de un kilo se le debe añadir también el costo de transporte, pues depende de cómo venga así será el valor. Los costos de traer la droga por vía marítima son más elevados, pues el tiempo y el riesgo son más altos, sostiene el experto.
Y para abreviarlos, los narcos se valen de las rutas aéreas, las cuales son no solo más rápidas, sino más baratas. “Por ejemplo, un jet usado se puede comprar por US$1 o US$2 millones y se le pueden meter hasta 2 mil 500 kilos”, sostiene.
“Si un kilo se vende por US$35 mil y en un jet caben 2 mil 500 kilos, el grupo criminal tendrá una ganancia de US$85 millones 500 mil, eso es un negocio redondo”, asegura el experto.
De acuerdo con el experto, el uso de avionetas también figura dentro del modus operandi de los grupos criminales. Sin embargo, la capacidad de traslado en una avioneta es menor, 500 kilos como máximo. Y otro de los beneficios que tiene el uso de un jet sobre una avioneta, es el tiempo de vuelo que le toma al producto llegar a Guatemala.
Pues mientras una avioneta le toma hasta siete horas llegar desde Venezuela a Guatemala, un jet lo puede hacer en tan solo 3 o 4. Esta diferencia, asegura, es también un factor importante, pues mientras menos tiempo esté en el aire la aeronave, los chances de ser detectada se reducen.
Y es en estas carreras contra el tiempo que los grupos de narcos en Guatemala aprovechan para mezclar su producción local con la extranjera. “Cambian algunos de los paquetes y los reemplazan por droga producida localmente, con lo que obtienen una ganancia importante”, asegura.
“Cambiar un kilo cuyo valor es de US$35 mil por uno producido localmente, que puede valer entre US$5 o US$10 mil, les deja una ganancia de al menos US$25 mil”, afirma el experto.
Una vez más el ingenio chapín ha salido avante y ha encontrado la forma de sacarle provecho a la situación. Una que de a poco podría desatar la furia de los compradores en Estados Unidos, la rabia de los productores en América del Sur y generar más conflictos en un país donde un “me regala” es otra forma de pedir por favor.