Los hay de todos los tipos y tratos. Algunos son amables y respetuosos, otros se suben y bajan sin proferir palabra alguna. Pero los hay oscuros y dudosos, esos que se pasan de listos y en ocasiones quieren hasta poner el precio. Así estafan algunos usuarios de servicios de traslados, a los pilotos de las plataformas tecnológicas para viajes seguros.
Daniel O. es socio de la plataforma de UBER desde hace dos años, vive en la Villa Nueva y se entregó de lleno al servicio de traslado de personas. A lo largo de sus más de 11 mil viajes cree haberlo visto todo, desde rompimientos amorosos, hasta primeros besos en el tránsito. Pero lo que no deja de sorprenderle es la astucia de algunos usuarios de su servicio.
Esos que, desde que la plataforma acepta el pago de viajes en efectivo, han desarrollado habilidades increíbles para evadir el pago de un servicio. “Mire, uno ve de todo y le toca lidiar con todo, pero que a uno le roben no es justo”, reclama.
Cada mañana, y para aprovechar el flujo de personas que van desde la Villa Nueva a la ciudad de Guatemala, el despertador de Daniel comienza a sonar a las 4:30. “Trato de salir antes de que se despierten mis hijos, sino me lleva la gran diabla para dejarlos, pues se quedan llorando por su papá y salgo bien triste”, asegura. Y no es para menos, desde su salida desde la “Gran Ciudad del Sur”, Daniel no regresará a su casa hasta pasadas las 11 de la noche, cuando sus dos niños ya estén dormidos.
Dan las 5:30 y se conecta a la plataforma. No pasa mucho tiempo antes de que arranque su Nissan Versa y entre el primer mensaje. “Hay que aprovechar a salir de Villa Nueva temprano, así se puede uno regresar y lograr por lo menos dos viajes antes de que toda la gente ya este en su trabajo”, afirma. Luego, quedarse en la capital a la espera de carreras cortas o viajes inesperados.
“Mi meta es hacer Q400 diarios, con eso cubro los gastos de mi casa, pago el carro y la comida que hago en la calle”, Daniel O.
Pero esa meta no siempre se alcanza, pues algunas veces algún vivo quiere sacar un viaje gratis. “Hay gente que finge haber pagado con tarjeta y luego dice que no va a pagar en efectivo, otros que solo tienen un billete de Q200 y si yo no tengo sencillo es mi problema, los que alegan del precio y piden rebaja y hasta los que dicen que van a traer el dinero a un condominio y nunca salen”, asegura. Y son estos últimos los más frecuentes, usuarios que piden viajes en la modalidad de pago en efectivo los que se la ingenian para o pagar.
Las noches de viernes
Los vivos, los que se buscan aprovecharse y viajar gratis, salen en la mayoría de los casos los viernes por la noche. Esos que van de fiesta y ya vaciaron la billetera o el monedero antes de subirse, saben que no hay forma de pagar. Es entonces que comienzan las historias y relatos de la noche que pasaron. Con amabilidad se ganan la confianza del piloto y luego dicen que van a ir a traer el dinero, pero nunca salen del condominio enrejado.
Y fue en una de esas noches, en que la paciencia de Daniel llegó al limite. Mientras estaba en la zona 5, una solicitud de viaje llegó a su móvil. El usuario quería llegar de la zona 17 a Mixco, “buen viaje y así cierro bien la noche”, pensó. Sin dudarlo acepto y enfilo hacia el punto de reunión.
“Eran Q65 los de ese viaje y con eso pasaba mi meta diaria, no la podía dejar de hacer”, Daniel.
Al principio parecía un viaje común y corriente. Un pasajero, una ruta pactada y un pago acordado por la vía de la plataforma. Aquel hombre se subió en la parte trasera y comenzó el viaje. Inició preguntándole como había estado su día, luego una breve charla de su actividad nocturna y la urgencia de llegar a su casa. A la altura de El Trébol, el silencio se asentó en la cabina del vehículo, piloto y viajante no tenían más que conversar. Pasaron por Tikal Futura y un breve comentario sobre lo conveniente de lo vacía que estaba la calle, sirvió para retomar el dialogo. Así desfilaron por la ventanilla los luminosos rótulos de gasolineras, restaurantes y comercios, mientras el par hablaba banalidades.
Sin darse cuenta el cruce hacia El Encinal se aproximaba y la actitud del pasajero cambio. De afable y platicador, desde el retrovisor Daniel vio como paso a moverse de forma inquieta y nerviosa. Llegada la entrada del condominio, a donde el móvil indicaba sería el fin del recorrido, dos palabras salieron de la boca del viajante. “Ahorita vengo”, me dijo. “¿A dónde va?, le preguntó Daniel.
Y como toda mala oración, que comienza con un “Es que fíjese que”, la respuesta fue peor. “Me quede sin efectivo y le pedí a mi hermano que me diera el dinero, solo lo voy a traer y regreso, aquí espéreme”, le respondió. Luego de salir del auto, Daniel se percató de un breve intercambio de palabras entre su cliente y el guardia que cuidaba la garita. Sin más, la silueta de aquel cliente se perdió entre las luces del modesto condominio.
Pasaron diez minutos y no volvía, recuerda Daniel. Cinco más y nada del deudor. Fueron veinte los que espero antes de llegar a la garita y preguntar al guardia por su cliente. “Mire el ya me dijo que usted iba a venir, pero me advirtió que no lo dejara pasar y la pidiera que se fuera”, la comentó. Confundido, Daniel le aseguró que el recién llegado le debía Q65 por el viaje y que debía cobrarle. “Aquí usted no pasa y por favor váyase que, sino llamo a la policía”, le advirtió el hombre al que las hombreras del uniforme le llegaban a la mitad del antebrazo. “Mire, era chiquito y como que el uniforme era de otro guardia más gordo”, recuerda. Daniel volvió a insistir y pedirle que le dejara pasar para cobrar. Pero aquel empoderado guardia se negó.
“Decidí quedarme en el carro en la entrada del condominio, para ver si salía o se asomaba, pero después de una hora mejor decidí irme y aceptar la perdida”, Daniel.
Para conocer como procede en caso de estafa a un piloto de UBER, Relato se comunico con Ana González, relacionista de UBER Guatemala. Se le inquirió sobre el mecanismo a seguir para un chofer, en caso de que un usuario no pague. Luego de una solicitud telefónica y escrita, no fue posible tener la versión de la empresa. De acuerdo con algunos pilotos consultados, la empresa cubre los gastos no pagos y los carga como una cuenta por cobrar al usuario en su próxima solicitud de servicio.
Aunque confiaba en que la empresa le pagaría el viaje, Daniel no dejó de pensar en esas tres horas que perdió. Tiempo que pudo haber aprovechado para prestar otro servicio, o volver a su casa para esperar a que el despertador le llevara de nuevo al volante. “No es solo el dinero, es mi tiempo y mi trabajo el que roban estas gentes aprovechadas”, finaliza.