Arte y pandemia imagen

Corren tiempos recios para el arte, momentos sin certeza, como en casi todos los ámbitos en todo el mundo.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Las consecuencias de la pandemia son incontables, han generado una reacción en cadena, como piezas de dominó que caen una tras otra por inercia colectiva. Y su movimiento aún no se detiene.

Ante la fragilidad del momento, la creación artística cobra nueva relevancia.

En cualquiera de sus manifestaciones, el arte concede profundidad a la experiencia humana, sin pretender explicarla, le otorga significado.

Lo que estamos viviendo ha transformado el contexto dentro del cual habitamos y planeamos. El COVID 19 detuvo algunos asuntos e impulsó otros. El arte, por tanto, resulta indispensable para narrar la nueva historia. Su dolor y sus luces, las nuevas maneras de convivir y percibir, los juicios de valor renovados en torno a esta cauta convivencia.

Corren días en los que necesitamos, más que nunca, la conexión sublime que nace de la creación.

El arte es filamento conductor, con la voz del genio creativo, narra a lo largo de los siglos la historia de las civilizaciones. Lo ha hecho desde los inicios del inicio. A través de las esculturas, las sinfonías, las pinturas, las grandes novelas o los poemas milenarios hemos aprendido acerca de los momentos que moldearon a la civilización, los que la hundieron y los movimientos que la han hecho renacer.

Esta era de vulnerabilidad universal, marcará un antes y un después. Como lo hizo la caída del Imperio Romano, la peste bubónica, las grandes guerras o la emancipación de las colonias. Como entonces, con el lenguaje de su talento, serán los artistas quienes mejor lo cuenten a las generaciones venideras. Dejarán evidencia del sentimiento colectivo que nació del miedo y la impotencia, de la respuesta diversa ante la necesidad de sobrevivir, de la ciencia en su largo camino buscando soluciones.

Los artistas, a partir del fruto de sus lidias personales, darán cuenta de cómo estuvimos de rodillas, de cuánto cambió la forma de hilar la vida, de cómo aprendimos a recomenzar.

Cada artista de cada rincón de cada país de este planeta, hoy lacerado, es indispensable para el buen resguardo de la condición humana. Son indispensables contadores de la historia. Su trabajo resulta fundamental.

Hoy más que nunca.

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